Los que vivimos

Opinión:

Esta novela, publicada por primera vez en 1936, refleja el universo intelectual de la carismática e influyente intelectual norteamericana de origen ruso Ayn Rand. Porque esta obra y las otras posteriores de su prolífica carrera, están dominadas por un cuerpo intelectual que reivindica la libertad individual frente a los Estados, contrario a unas ideas sobre lo colectivo que, a su juicio, siempre oprimen al ser humano.

Se ha dicho que hay una enorme carga autobiográfica en esta obra, en la que su autora ofrece una brillante narración que permite al lector sumergirse en los terribles años que siguieron a la Revolución rusa, con el desarrollo de un nuevo Estado totalitario y represivo que se vio acompañado de hambre, miseria y miedo.

Como en los otros libros de Rand, en esta novela se ofrece una reivindicación de la libertad individual, de la posibilidad de una inteligencia que tiene el derecho de colisionar con una uniformización colectiva del pensamiento, a no someterse a los dictados de un sistema fallido en su dimensión moral y en su modelo de organización de la vida de los seres humanos, al fracaso de ideologías que con la excusa del interés colectivo desprecia y persigue la individualidad en cualquier de sus expresiones.

Con una prosa de percusión constante, que no da respiro, sin adornos ni atajos narrativos innecesarios, en un estado de tensión permanente que zarandea al lector de escena a escena sin pausa ni respiro. Con personajes escrupulosamente definidos, que juegan su papel en la obra con precisión de relojería, formando una comunidad de individuos golpeados por la tragedia que malvive entre las ruinas de un momento histórico sin precedentes en el pasado de la humanidad.

No es posible entender la obra de Rand sin leer este libro, su primer libro publicado en 1936, porque sus vivencias en los terribles años posrevolucionarios explican su obsesivo rechazo a cualquier expresión política que recurra a los conceptos de colectividad o Estado, incluso los de Pueblo o misión histórica. Esta intelectual maneja en toda su obra, como un hilo argumental, los conceptos del bien y del mal, porque en el fondo es una escritora con un intenso sentido de lo moral. En realidad, su obra no trata de la libertad, sino de la posibilidad de la independencia individual, porque ella propone alternativa alguna en términos de convivencia en comunidad, sino que sugiere una forma de resistencia ética basada en el "Yo", aunque conlleve un alto precio que en casi todas sus obras siempre se acaba pagando. Porque el resistente, el disidente, el radical, el individuo, no son sino variaciones de un mismo concepto, el de víctima de un Estado tan inmoral como opresivo e injusto.

Se podrá coincidir o no con las radicales posiciones ideológicas de Ayn Rand, pero es imposible la indiferencia ante una obra como ésta, que ofrece un retrato demoledor de un momento histórico, afortunadamente dotado de una evidente calidad literaria. Porque este libro, probablemente el más cercano a la autora en términos biográficos, se lee con gran interés, subyugados por la fuerza de sus protagonistas, por la crudeza de las escenas, por las situaciones siempre extremas, incluso en esos casos que son agradables, porque la felicidad siempre se muestra escurridiza salvo en ese anhelo de independencia individual, que la sociedad siempre castiga con inmisericorde denuedo.

Una novela muy interesante, muy bien escrita, que es indispensable para los seguidores de esta escritora y de sus seminales ideas. Pero también para todos aquellos crecientemente incómodos con una sociedad en la que conceptos como identidad, privacidad, libertad, han sido sacrificados en el banal mercado de los datos personales, porque en este siglo XXI podemos ver entrelineas expresiones mercantiles de esos viejos Estados totalitarios, que controlan y condicionan la vida de todos los individuos y donde la reivindicación de la libertad se observa como una incómoda rareza.

Una paradoja histórica interesante, que hubiera requerido de una intelectual tan decidida como Ayn Rand. Y de una obra que hubiera reflejado la miseria de la sociedad actual llamada de la información, como esta que describe con implacable dureza aquellos turbulentos años tras la Revolución bolchevique.

Jorge Riet