exile on main st rolling stones

Opinión:

Recuerdo que en una entrevista, Mick Jagger confesaba que no se acordaba de gran cosa de la grabación de este magnífico disco. Demasiadas juergas, demasiado sexo, drogas y rock and roll. Aunque en el reciente documental “Stones in Exile” parezca retractarse de tal afirmación al contar con detalle fases de su grabación, lo cierto es que hay mucha leyenda y muy poca información comprobable sobre el disco más “americano” de los Stones. Se sabe que gran parte del disco se compuso (los temas que no eran versiones o el rescate de canciones antiguas sin terminar) durante la etapa de Villa Nellcote, la casa de Keith Richards en Francia, una casa que siempre estaba abierta a amigos, músicos, camellos, prostitutas y quien tuviera algo que ofrecer en aquellos días. Hemos visto las hermosas fotos de Gram Parsons tocando con Kiz Richards, por ejemplo, pero no existe un libro que registre todo lo que pasó allí con detalle y ni los propios protagonistas han hablado en exceso sobre el tema. Ni siquiera el documental mencionado aporta demasiado a lo que siempre se dijo. Por eso son tan necesarios e interesantes libros como este. Porque siguen aportando luz a un período genial e inagotable, en el que The Rolling Stones eran sin discusión la mejor banda del momento. Parece increíble, pero el año que viene se cumplirán ¡cuarenta años! de la edición de “Exile on main street”, un disco considerado por muchos, como la cima musical de The Rolling Stones, y por ende, de la historia del rock and roll. Un disco que sigue sonando fresco, vigente, sucio y caluroso como el blues del Delta. Una obra maestra incomprendida en su momento, que se hizo posible gracias a unas especiales condiciones que nunca más se repitieron. En este libro, que desde ya os digo que no es un ensayo al uso, se ofrecen las claves de su particularidad.

John Perry antes que escritor es músico y fan, y eso se nota. Él no pretende dar lecciones de periodismo, tan sólo cuenta la historia desde su pasión y visión. Quizás la parte inicial, más conocida por todos pero no por ello menos necesaria, sea la que menos sorprenda. Eran tiempos duros para las finanzas de los Stones. La mano maestra del demoníaco manager Allen Klein, que después haría de las suyas con los Beatles, provocó que tuvieran que exiliarse de su Inglaterra natal y marcharse al sur de Francia, donde Kiz Richards adquirirá una mansión que convertirá en el estudio de grabación del nuevo disco. Eso provocará una falta total de disciplina en la composición y grabación de los temas, un caos que a la postre beneficiará a las intenciones del disco. Muchos músicos pasaron por Villa Nellcote, muchos músicos y camellos, amigos, mujeres… Todo estaba descontrolado, y sin embargo, funcionó. Por supuesto, esto fue posible porque se trataba de unos músicos increíbles en su mejor momento. La baja de Brian Jones había sido cubierta por el guitarrista más técnico que nunca tuvieron los Stones, Mick Taylor, del que en el libro sorprende leer que ofreció un trío a Anita Pallenberg! Siempre se dijo que posteriormente dejaría a los Stones porque no podía seguir el ritmo de giras, excesos y locuras, pero lo cierto es que en aquella época se le veía de lo más integrado en la banda.

Precisamente resulta de mayor interés la entrevista actual realizada a Anita Pallenberg, que fue novia primero de Brian Jones y luego, casi de modo natural, de Keith. En el libro habla sin censura, lo que es de agradecer. Habla del calor, de las drogas, de las visitas a la casa, de Mick Jagger, de la locura de aquellas caóticas sesiones en las que Kiz se sentía como pez en el agua. De hecho, siempre se ha dicho que este es “el disco de Richards” porque se realizó a su estilo, aunque lo cierto es que sin la brillante aportación de Mick Jagger (que canta como nunca), de Mick Taylor, de Charlie Watts, del productor Jimmy Miller, Bobby Keys, Ian Stewart. Nicky Hopkins o incluso Billy Preston, el resultado no hubiera sido posible tal y como lo conocemos hoy. El que parece que no pintó demasiado en el disco fue el bajista Bill Wyman, quizás estaba demasiado ocupado en otros menesteres menos musicales…

De todas maneras, mi parte favorita del libro es el análisis detallado de cada canción, pues aporta una información muy valiosa que puede hacerte cambiar la escucha del álbum. Se nota que el autor es músico y sabe de lo que habla, pero incluso en esta parte existen dudas sobre quién toca cada instrumento en cada canción. Teniendo en cuenta que Taylor y Richards se reparten las guitarras y que el bajista oficial de la banda parece ausente, muchas veces lo que se nos ofrecen son conjeturas. Canción a canción, vamos descubriendo el talento y la naturalidad de unos músicos en pleno proceso creativo. La producción de Jimmy Miller así como los añadidos en un estudio de Los Ángeles mejoraron lo que ya en su origen era una poderosa maquinaria de auténtico rock and roll salido de las tripas y el corazón. Aquí no hay hit singles potenciales, por mucho que “Tumbling dice” o “Happy” sean canciones fijas en las giras actuales. “Exile on main street funciona sobre todo como un todo, sólido como una roca, y con más sentido si se escucha en vinilo, pues las cuatro caras (estamos hablando de un disco doble) guardan un orden en las canciones y tempo por una razón.

No resulta de menor interés la parte final del ensayo, que incluye las críticas del disco en Estados Unidos e Inglaterra publicadas tras la edición del disco. Sorprende el contraste entre ambas. Mientras los periodistas americanos se centraban en el papel y la influencia de la banda sobre los jóvenes, (quizás la tragedia del festival de Altamont tuvo mucho que ver en ello), convertidos ya en iconos generacionales, los autores ingleses seguían viéndolos tan sólo como una banda popular, y se centraban más en la música. En ambos casos coinciden en el elogio tibio o la tímida crítica, como si no fuera del todo comprendido en su momento. Demasiado largo, poco comercial en general, poco innovador y menos variado que su antecesor, brillante en ocasiones pero demasiado clásico en otras, son algunos de los comentarios de los críticos. No es el caso del autor, que demuestra con creces su amor a la excelsa obra.

Un consejo: tomad asiento, serviros una cerveza bien fría, pinchad una vez más “Exile on main street” y empezad a leer. Seguro que al terminar de leerlo, querrás volver a escucharlo una y otra vez.

Jorge Borondo