Anika entre libros

El susurro del diablo

Ficha realizada por: Patricia Rubiera
El susurro del diablo

Título: El susurro del diablo
Título Original: (Majutsu wa sasayaku, 1989)
Autor: Miyuki Miyabe
Editorial: Quaterni


Copyright:

© Miyuki Miyabe, 1989
© Quaterni, 2011

Traducción: Purificación Meseguer Cutillas
Edición: 1ª Edición: Noviembre 2011
ISBN: 9788493777067
Tapa: Blanda
Etiquetas: japoneses criminales asesinos psicópatas sociópatas género negro misterio policiaca Japón intriga literatura japonesa novela suicidios
Nº de páginas: 280

Argumento:


En un breve lapso de tiempo tres jóvenes fallecen en extrañas circunstancias; una se arroja a las vías del tren, otra salta desde una azotea, la tercera es atropellada por un taxi. Parecen accidentes sin conexión alguna, incluso la idea del suicidio planea en más de uno pero, cuando Mamoru intenta demostrar la inocencia de su tío por la muerte de la chica atropellada, descubrirá que algo más siniestro y retorcido se esconde tras esos incidentes. En su mano está esclarecer los hechos y salvar la vida de la única persona que sigue con vida, en ello pone todo su esfuerzo hasta que el asesino contacta con él.

 

Opinión:


Siempre he dudado de la veracidad de las frases promocionales que incluyen las contraportadas de un libro, especialmente cuando estas vienen por parte de un crítico estrella o de un autor de renombre. Es difícil creer que Stephen King se haya leído los doscientos libros que recomienda al año y que todos ellos le pusieran los pelos de punta, lo mismo pasa con ciertos críticos literarios que reciben cientos de ejemplares a la semana; simplemente creo que no se lo han leído. Quizás por eso el lector que se acerque a "El susurro del diablo" guiado por las frases que hablan de terror sobrenatural en sus solapas se sentirá defraudado ya que la novela está más en la línea del suspense de Edogawa Rampo que en el horror del más allá que llena las páginas de "The Ring" de Koji Suzuki.
 
Miyuki Miyabe nos adentra en una sociedad marcada por el consumismo, las falsas apariencias, por el encorsetamiento fruto de siglos de represión, con un más que arraigado y anticuado sentido del honor y plagada de ciudadanos altamente manipulables. No es de extrañar que en este contexto los hechos que nos relata cobren tintes de credibilidad, tres asesinatos disfrazados de suicidio y accidentes en los que poco importan las víctimas sino que prima el encontrar un culpable por endebles que sean los indicios, en una sociedad individualista en la que los pecados heredados son sentencia firme y la condena el ostracismo social, no hay lugar para la compasión. Miyabe ataca ferozmente a esta sociedad nipona que aún no ha sabido quitarse de encima su herencia feudal pese a verse a sí misma como el gigante económico y tecnológico que exporta, pero que todavía es presa de los complejos de las modas occidentales que llegan.

Esta crítica no se hace extensiva a sus personajes, la autora deja que ellos tomen sus decisiones, no se inmiscuye en las consecuencias de sus actos, ni los defiende o condena, simplemente les permite que expongan sus motivos haciendo que la línea entre el bien y mal sea tan delgada como subjetiva, como la vida misma. Personajes que se debaten entre la mezquindad, el sentido del honor, la vergüenza, asumiendo no sólo el alcance de sus decisiones sino también las de aquellos que los rodean, dejando que las conciencias de cada uno marquen su propio destino.

Para plasmar todo esto no se utilizan artificios, el estilo de la escritora es sobrio y directo, carente de sentimentalismos o espectaculares golpes de efecto, seco en muchas ocasiones para transmitir el desprecio que determinadas vidas humanas inspiran, un lenguaje muy contenido que está en consonancia con los arquetipos (que no estereotipos) que caracterizan la cultura oriental. No por eso estamos ante un argumento plano, todo lo contrario, los constantes giros en la trama, las diferentes líneas de actuación entre los protagonistas, los inesperados cruces entre diferentes historias, las sorpresas reveladas en los momentos más insospechados hacen que la novela atrape al lector en una espiral de misterio que, literalmente, se mantiene hasta la última página dejando que cada uno valoremos el alcance de lo que ha sucedido.

La autora no entra en moralinas baratas, de ahí que el desenlace dependerá de la catadura moral de cada uno; al igual que Mamuro nos damos cuenta de que la sentencia impuesta por el asesino ante la ofensa cometida es tan inhumana como comprensible, el alma humana está llena de matices y en la vida no todo es blanco o negro. Es esa gama de grises intermedios la que nos hace dudar de la ética del asesino y, a la vez, de la de sus víctimas; un crimen en el que va implícito el castigo pero la magnitud de ambos dependerá no de la educación recibida sino de lo en cada uno quiera convertirse y de su capacidad para vivir con la elección hecha.
 
En una sociedad deshumanizada como la actual en la que cada uno busca obtener su propio beneficio aunque sea a costa de otras personas, con una vara de medir que somos incapaces de aplicarnos a nosotros mismos, cualquiera puede ser la víctima o el desencadenante de "El susurro del diablo" sin saber qué opción es la menos mortífera.
 
Patricia Rubiera

 

 

Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com

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