el escriba del barro

Opinión:

Nada más abrir el libro y leer las primeras páginas, te viene a la mente Sinuhé el egipcio, quizá sea porque El escriba del barro está escrito en primera persona o por las similitudes que guarda con la obra de Mika Waltari, salvando las distancias por supuesto. No podemos obviar que la obra del finlandés es un clásico de la literatura histórica.
 
La obra se lee bien, con rapidez e interés, una vez que el autor deja de mostrarnos su extensa documentación, innecesaria para el desarrollo de los hechos que narra y que solo sirve para ralentizar la acción y para su lucimiento personal. Ayer mismo hablaba con una autora amiga mía sobre el problema de la documentación en las novelas. Coincidíamos en que numerosos escritores se han dado cuenta de que no conviene sobrepasar un 10% de la información que ofreces al lector sobre el periodo histórico que has utilizado para ambientar tu narración.
 
Igualmente, Lorenzo Mediano, al que se le nota firme con la pluma, tiene algunos problemas iniciales para encauzar su historia y hace dar bandazos temáticos a su protagonista, Dingir, mientras va escribiendo su vida en tablillas de barro. Es posible que el autor pretendiera con ello plasmar en la novela una mente que al recordar para escribir no recuerda en línea recta, si no siempre con tirabuzones y vueltas del pasado al presente, cambiando de un tema a otro. Sin embargo, en la novela no acaba de convencer, parecen problemas del autor y no del personaje.

Algo interesante para el lector es que hay muy pocas novelas históricas que nos hablen sobre los sumerios y esta, a pesar de la sobreabundancia, está documentada con claridad.
 
El escriba del barro es un buen libro. Si el lector consigue obviar el primer tercio de la historia, conseguirá engancharse y disfrutar de su lectura y, desde luego, aprender bastante de esa gran civilización que nos legó las matemáticas, la rueda, los signos del Zodíaco y, por supuesto, la escritura.
 
Gemma Nieto