Últimas tardes con Teresa

Opinión:

La editorial Seix Barral conmemora los cincuenta años desde que "Últimas tardes con Teresa" salió publicada por la misma editorial. Publicada exactamente en 1965, Juan Marsé fue galardonado con el primer premio en el concurso "Premio Biblioteca Breve". Su aparición fue un punto de inflexión en su carrera, pues con ella alcanzó la madurez literaria y fue catapultado hacia el pedestal de las mejores voces narrativas de la literatura española del pasado siglo. Con anterioridad había publicado dos novelas, bajo el sello de la misma editorial: "Encerrados con un solo juguete" y "Esta cara de la luna".

Con respecto a las anteriores ediciones de "Últimas tardes con Teresa", la gran novedad es la inclusión de material inédito y verídico del archivo de la censura. En efecto, la novela, tras su galardón, no tuvo el visto bueno por parte del Ministerio de Información y Turismo. Argumentaban que la novela defendía el marxismo y hacía comentarios inapropiados en torno a las clases sociales. El texto en sí es el mismo que se corrigió tras su publicación en 1965, por lo que todo aquello que desagradó al gobierno franquista se halla en esos archivos que resultan interesantes para cualquier amante de la historia o de Juan Marsé.

La obra sin duda es un clásico y siempre lo será. Su estilo narrativo es grandioso e indiscutible, válido tanto para quien quiera aprender a escribir como para un mero lector que busque el placer de la lectura. Son textos locuaces, con un vocabulario sutil y elocuente que embarga a cualquiera hacia un marco histórico de mediados del siglo pasado en una Barcelona partida entre ricos y pobres. La relación inverosímil entre Teresa, de familia burguesa acaudalada, y Manolo, un "gitano" de un barrio marginal, es más que una simple historia de amor: alrededor de ella se teje un contexto histórico tangible, que acerca a cualquiera que no haya nacido a la sazón. Manolo, de quien se narra en el noventa por ciento de la novela, es un tipo descarado, mentiroso, egoísta, que vive la frívola vida de buscar el sexo y el dinero fácil, robando y desvencijando motos y abonándose al juego. Se enamorará de Teresa, provocando una transformación en su carácter. Juan Marsé construye, por consiguiente, unos personajes redondos, mutables. No hay muchos, prácticamente seis mal contados, los suficientes para crear tensión en una relación destinada al fracaso y a la fatalidad.

Si hay que ponerle alguna pega, quizá esto sea las largas digresiones que se producen en muchos párrafos, interminables, que parecen alargarse hasta el infinito. Juan Marsé tiene un gran ojo para los detalles, tanto a nivel descriptivo como a nivel psicológico, y la narración discurre cual un río que no encuentra nunca desembocadura. Eso a la mejor provoca cierta incomodidad en el lector, pues entre recuerdos, sensaciones, vivencias o descripciones no parece haber respiro. En ciertos renglones los pensamientos o las descripciones pueden llegar a hastiar.

Junto a la novela, antes de ella, hay prólogos de Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán y del propio Juan Marsé en 1975.

Cristià Serrano