Desde donde estoy veo la luna

Opinión:

Moon es una joven vagabunda que habita en las calles, en compañía de su perra Cometa, y su historia nos cala desde el principio.
 
Narrada en primera persona, Moon nos habla de su vida diaria, de su trabajo vendiendo sonrisas en una esquina a cambio de unas monedas, de su proyecto de poner por escrito los recuerdos del hombre al que ama, de los sinsabores y las alegrías de cada jornada.
 
Pese a la aparente crudeza inicial de la historia, no nos encontramos ante una novela siniestra que nos muestra la cara más oscura de nuestra sociedad. Por el contrario, el mundo que rodea a la protagonista es un mundo elegido por ella misma, en el que se siente cómoda y a gusto. Mira a los demás con cierta lástima, y esos sujetos a los que observa somos nosotros mismos, enfrascados en horarios y obligaciones, alimentados por un sinfín de pequeños artilugios y sin tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas.
 
La vida de Moon no es fácil, ni ella pretende vendernos que lo sea (el momento en el que narra que tiene la menstruación es sobrecogedor). Y escribe, escribe para olvidar y para construir una realidad a la que sin duda le gustaría pertenecer. Y esa escritura terminará convirtiéndose en un pasaporte hacia otro lugar.
 
En cuanto uno se sumerge en las páginas de esta novela quisiera conocer a Moon y a Cometa. Llevárselas a casa durante unas horas, unos días o para siempre. Le gustaría abrazar a esa adolescente y regalarle una habitación sin techo para que pudiera ver las estrellas antes de dormirse. Porque ésta es una de esas historias con alma que se quedan con nosotros para siempre. 
 
Pilar Alonso Márquez