Crónicas de la Atlántida II. Los juegos atlantes

Opinión:

Hay algunas cosas por las que se nota que es una historia juvenil, entre ellas que Fedor no deje descendencia y que, sin embargo, Sebastián sea el heredero de la corona (y no exista explicación al respecto), o que nada más muerto el rey acepten sin reservas a un hasta ahora rebelde como Rey sólo porque les propone unos Juegos. Cualquier adulto esperaría que se explicara lo primero o que apareciera una parte contraria al trono que enriqueciera la historia, y por eso se nota especialmente que está dirigido a un público bastante joven. Curioso es, no obstante, que más o menos sea aceptable a partir de nueve o diez años y que, sin embargo, se trate de una bilogía cuyos dos tomos suman casi ochocientas páginas. Pero ése es el mérito de Joaquín Londáiz, que consigue contar algo que interesa a los preadolescentes con ganas de aventuras, magia, magos y relaciones de amistad o amor (primeros amores)... Más que nada preveo que aquellos que se identifiquen con Tristán, Sophia, Ibrahim o Sebastián lo harán porque son reales en cierto sentido: vienen de Italia, Grecia, Egipto o España, y en la Atlántida se convierten en poco más que super héroes, algo con lo que muchos jovencitos soñarían.
 
Se agradece mucho que sea una bilogía y no una larga saga, porque lo que se tenía que contar ya está todo aquí. Tiene un inicio, un nudo y un desenlace, y la palabra Fin le viene de maravilla. Alargar la historia sería un error.
 
Lo que más me ha gustado de esta parte ha sido todo lo referente a Ella, la bruja del bosque de Elasipo, pues aquí adquiere mucho protagonismo, y es que en este segundo volumen descubrimos quién es en realidad Ella.
 
Los jóvenes lectores se encontrarán con nuevos seres, unos juegos muy peculiares, un laberinto del que escapar, el avance de la relación entre Tristán y Alexandra, una batalla a cuerpo y otra de magia, y otros detalles que les hará amena la lectura.
 
Lo que menos me ha gustado, aunque no ha sido para tanto, es que a mis cuarenta y tantos a veces veía demasiado inocencia en la historia (con detalles como los antes mencionados y algunas pequeñeces que tampoco importarán a los lectores a los que está destinado el libro, aunque sí lo advierto porque somos muchos los adultos que leemos libros juveniles).
 
En conjunto me ha parecido una bilogía muy agradable de leer, que engancha conforme avanza y que tiene dos buenos finales, el primero un cliffhanger en toda regla, y el segundo como el de los cuentos, para comer perdices.
 
Destacar, de nuevo, la fantástica ilustración de portada de Magdalena Skrycka.
 
Anika Lillo