doce relatos fantásticos

Opinión:

Desde el principio del mundo, el ser humano ha sentido la necesidad de evadirse de la realidad a su alrededor y dejar correr su imaginación, entrando en lugares que sólo existían en su mente. Y a ello se le llamó fantasía. ¿Podemos definir la fantasía, ponerle límites con esa definición? Puede que no exista nada más paradójico que intentar definir esos sueños, pero, siguiendo lo que Alejo Cuervo hacía en su “Mundos de fantasía”, diremos que es un género ambientado en mundos imaginarios, protagonizado por seres fantásticos y que, presenta elementos ajenos a la realidad, pero no necesariamente, me atrevo a añadir, debe ser así.

En Europa, la expansión del cristianismo y los oscuros años que se vivieron en la Edad Media, fue eliminando los mitos nativos de cada cultura a favor del credo cristiano, permítaseme decir que como era entendido en aquellos años y que, afortunadamente, nada tiene que ver con lo que hoy se predica. Un genocidio cultural que el Islam hizo igualmente en los países donde reinó, o donde reina. Pero el dominio de aquel oscurantista cristianismo no significó la muerte de la imaginación, sino al contrario, fue capaz de alimentarla, hacerla más sutil, y conservar la tradición fantástica a través del periodo oscuro de la Edad Media. Cuando la escritura estaba recluida en los monasterios, y gracias a ellos perduró, la imaginación popular generó cuentos que se narraban de boca en boca y que cobraron una variedad nunca conocida. En esa línea sitúo estos doce relatos de jóvenes escritores alemanes, y, si no, leed esta frase del primer relato: “lo mismo que llevamos haciendo desde el principio: hacer felices a las personas... La magia en movimiento, los sueños encantados, la vida llena de ensueño... Todo aquello que conforma la vida”.

Ya se puede leer en la contraportada que en este libro nos vamos a encontrar secretos mágicos, maldiciones terroríficas, seres malévolos, míticos troles o sombríos elfos. Todo eso es fantasía, pero también encontramos felicidad en “El ángel corneja”, donde bailaremos con los personajes y, mientras miramos a través de los copos el rostro brillante de una estrella, sabremos que los días venideros serán de una luz calidad y hermosa.

El libro va ilustrado con hermosas láminas, cuya autor o autora no he conseguido descubrir entre los créditos, pero que ayudan a situarnos en cada relato, como el titulado “La torre de los magos”, y como la joven protagonista entra en un mundo de magia y peligros desconocidos, del que sale acordándose del consejo de su abuela: no se debe apostar todo a una sola carta.

En “Invierno en los pantanos”, una bellísima balada bajo una interminable nevada, sabremos que algunos mitos conservan su leyenda por algo: porque muchas veces, cuando nos atrevemos a mirar el mundo con ojos inocentes, podemos ver lo que nuestros sentidos del siglo XXI nunca verán: que la magia nos rodea, aunque los Helger lleven muertos más de cien años y su choza permanezca vacía desde entonces.

No creo necesario seguir para que el lector de este comentario sepa que Doce relatos fantásticos es un libro muy recomendable, para jóvenes y menos jóvenes, para los que están en ese momento de creer en que los ángeles pueden reencarnarse en bellos gatitos, o en juguetones hámsteres; o que son capaces de verse a ellos mismos en los sueños de sus fantasías; incluso para quienes ya han alcanzado una provecta edad y recuerdan cuando en los años treinta, la marca Coca-cola inventó el Papá Noel rojo, es decir, Santa Claus quien, hasta entonces, y entre sus misiones estaba... pero ese final tendréis que leerlo.

Francisco Javier Illán Vivas