CIA. Joyas de familia

Opinión:

Este libro genera en el lector una terrible dualidad. Por una parte se agradece el que una nación tan poderosa, pasado un tiempo prudencial sea capaz de limpiar sus trapos sucios en público poniendo en conocimiento del mundo actividades delictivas graves realizadas por personas que asumieron un importante lugar en la dirección del país, pues en ocasiones fueron incluso presidentes del país los que ordenaron determinadas decisiones. Y por otra parte repugna la cantidad de hechos y la gravedad de los mismos, y genera la angustia pues desconocemos si aun a día de hoy existen vestigios de ese pasado.

Es evidente que no es lo mismo tener la intuición de que determinadas personas de poder están realizando actividades graves, a tener la absoluta certeza. La realización de experimentos en humanos y la aniquilación de personas sin el más mínimo control legal son prácticas que repugnan a cualquier persona con un mínimo de criterio moral, y evidentemente aniquilan cualquier principio democrático.

Entiendo que la publicación de este libro tiene que tener - al igual que el permitir la desclasificación de la documentación secreta- como objetivo el que estos hechos no se vuelvan a repetir nunca más. Lo peor de todo es que realmente es complicado tener esa certeza por cuanto si durante décadas esto estuvo ocurriendo y se desconocía por completo y no se ha sabido hasta la desclasificación, ¿qué nos permite saber que ahora no está sucediendo algo por el estilo?

No obstante la idea más clara que extraigo del libro es que cuando hay poder y éste no es controlado, todo es posible, lo que implica que en otros países, como en España, es posible que actualmente también se estén realizando actividades de ese tipo, pues de hecho en su momento la creación de los GAL no difiere en nada de algunos de los hechos que aquí se cuentan.

Un libro que gustará a quien le interesen las "intrigas de palacio" y no recomendable para personas excesivamente sensibles por cuanto algunos hechos son ciertamente terribles.
 
Raúl Borondo García