huellas del abuelo fuego. la ruta de los huicholes
Título: huellas del abuelo fuego. la ruta de los huicholes
Título Original: (huellas del abuelo fuego: la ruta de los huicholes)
Autores: Leonardo Fernández Borja, Verónica Martínez Lira
Editorial:
Ellago
Copyright:
© Leonardo Fernández Borja y Verónica Martínez Lira
ISBN: No definidoEtiquetas:
Argumento:
Al comienzo del libro
una interesante introducción, firmada por Humberto Fernández Borja y Joaquín Giménez de Azcárate, nos
ilustra e informa acerca de un grave problema: sobre cómo la
"civilización del progreso" está acabando con rutas huicholas, que
son consideradas como importantísimos itinerarios ancestrales de
intercambio económico - religioso-cultural, depositarias además de
un importante contenido ritual- manifestado en un valioso legado de
santuarios naturales que los huicholas frecuentan en sus
peregrinajes; y que, hasta este momento, parecían haber sobrevivido
bastante bien al paso del tiempo.
"
Huellas del abuelo
fuego" surge de la reunión en una sola
historia de los relatos orales, recogidos a través de
entrevistas personales
realizadas a indígenas huicholes a partir de experiencias reales
vividas durante la última peregrinación a Huiricuta.
Estos testimonios se completaron además con un exhaustivo trabajo
de documentación por parte de sus autores, consultando fotografías,
cien horas de película de cine, grabaciones de audio, publicaciones
de investigadores de esta cultura etc...
El libro se divide en dos partes: El camino de los jicareros y
El camino de los
peyoteros.
En el primero de ellos (El
camino de los jicaceros), Celso es nombrado
representante del dios del viento por los cahuiterus o
sabios, siguiendo así el designio inapelable de sus propios sueños.
Junto a otros compañeros, iniciará la peregrinación al desierto de
Huiricuta. De esto modo, conseguirá instruirse en el lenguaje que
permanece escondido en la naturaleza, realizará ofrendas en jícaras
votivas para cumplir así las peticiones de su pueblo a los dioses,
alimentará el Fuego, confesará sus culpas o secretos, escuchará
canciones tradicionales que hablan sobre dioses ancestrales que
moldean los elementos del paisaje, memorizará nombres, cambiará los
apodos de sus compañeros y el suyo propio, etc.
Sin embargo, el camino de peregrinación no resultará fácil para
ellos debido a la devastadora y rápida acción de un progreso mal
entendido que ha transformado paisajes conocidos por otros muy
distintos -en los que están presentes además la contaminación y la
basura- variando caminos, atajos, senderos o vías de acceso y
destruyendo lugares que los huicholes consideran sagrados.
En el segundo bloque (El camino
de los peyoteros), Celso junto con sus compañeros,
iniciará el regreso a casa y llevará el peyote, cactus sagrado a su
pueblo, completando así su proceso de iniciación y descubrimiento
interior.
Opinión:
La reflexión acerca del efecto demoledor provocado por el avance
del progreso en las rutas huicholas me parece
interesante, pero no es lo que más me ha llamado la atención; lo he
vivido como algo más secundario.
Lo realmente motivador para mí ha sido el descubrir que a través
de la narración de la odisea de Celso y sus compañeros se me
describen los usos y costumbres de una cultura muy distinta a la
mía, pero que además existe en la actualidad lo cual convierte la
crónica de sus peripecias en algo todavía más curioso e insólito
para mí. En ese sentido, debo confesar que, en muchas ocasiones, me
resultó bastante complicado ponerme en el lugar de Celso y el resto
de peregrinos, llegar a comprender
en su profundidad tal cúmulo de
creencias y rituales, tan
opuestos (aparentemente) a los de mi propia cultura ¿o quizás no lo
son tanto? ¿No tiene La Semana Santa, algo de culto ancestral y
pagano también? ¿No tiene alguna conexión el olor al incienso con
el consumo de peyote?
Aparecen además cantos o
leyendas muy bonitas de
tradición oral, protagonizadas por dioses -relacionados siempre con
elementos naturales- y animales propios de la fauna autóctona, lo
cual lo convierte todo en algo mucho más valioso para mí.
Joseph B Macgregor
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