Anika entre libros

la violencia sexual y su representacion en la prensa

Ficha realizada por: Illy Nes

Título: la violencia sexual y su representacion en la prensa
Título Original: (la violencia sexual y su representación en la prensa)
Autor: Natalia Fernández Díaz
Editorial: Anthropos


Copyright: Año de edición 2003 ISBN: 84-7658-670-1
Etiquetas:

Argumento:

Reflexionar sobre la violencia de género no sólo consiste en comprender las dimensiones reales de un problema social derivado de la soberanía indiscutida -y casi indiscutible- del patriarcado, sino en analizar la forma en que los prejuicios y las culpabilizaciones circulan y se reproducen en los discursos públicos. En este trabajo se ha analizado de forma pormenorizada la manera en que los medios de comunicación escritos aluden a las agresiones sexuales, y sobre todo, la manera en que se refieren a las agredidas y a los agresores. Es un ejercicio que trata de discernir cuáles son las ideologías dominantes que legitiman discursos, argumentos y creencias, que, por lo general, proceden de fuentes oficiales (jueces y policías, sobre todo), en detrimento de las víctimas y en beneficio de los agresores.

Opinión:

Es francamente un reto poder hacer un resumen justo y cierto de un libro tan complejo como éste. En principio, es un libro de análisis. Pero el análisis exige el compromiso de la reflexión ulterior y de la adhesión ética. La autora relata cómo surgió el interés por ver cómo los discursos informativos relataban las agresiones a mujeres. Era el año 1989. Acababa de ocurrir lo que ya entonces se llamó el "caso de la minifalda". Una empleada casi adolescente era asediada por su empleador, y el juez eximió de toda responsabilidad al agresor porque la agredida iba ataviada con una minifalda y se supone que el señor empresario, a la vista de ese atuendo, no pudo someter al raciocinio sus instintos más elementales. A partir de ahí empieza un periplo que no ha terminado, porque entonces, como ahora (aunque los códigos éticos y los diversos feminismos han logrado la dignificación de las víctimas en las iconografías de las que son objeto por parte de los medios) los medios de comunicación se han hecho cómplices, en no pocas ocasiones, de la defensa de la inocencia del agresor y del proceso de culpabilización de la víctima. Por eso la autora ha puesto todo su empeño en ver las estrategias léxicas, sintácticas y retóricas, y las construcciones argumentales de las que se valen los medios informativos para legitimar ciertas actuaciones criminales (las de algunos agresores, por ejemplo) y para descalificar, castigar o poner en evidencia a la víctima. También es verdad que hablamos de una selección de noticias de los años 90, y que probablemente la sensibilización hacia el tema de los malos tratos no tenía el alcance social que ha adquirido ahora.

En todo caso, y volviendo a lo que es el libro en sí, cabría señalar que se centra en cuatro aspectos de orden semántico-descriptivo: el agresor, la agredida, la agresión y la intervención de la justicia (policía, jueces y médicos forenses). La víctima es la menos importante en esta jerarquía de agentes protagonistas. Interesa por su edad, por su atuendo, por la facilidad o ausencia de facilidad con la que se deje seducir, por su belleza o por su capacidad de resistencia, o de autodefensa, en caso de agresión. Todos estos elementos, al ser de naturaleza subjetiva, se pueden utilizar, y de hecho se utilizan, en contra de la víctima. El agresor, sin embargo, se presenta como el verdadero protagonista, y como sujeto decididamente complejo. Dependiendo de su tipología será más o menos exculpado a nivel discursivo. Es medianamente exculpado aquel agresor anormalizado por una serie de agentes ajenos a él: el alcohol, las drogas, etc. Menos exculpado es, quizá, aquél que reviste los rasgos monstruosos de alguien en quien alguna patología grave se ha cebado. Se trata del violador múltiple, o el homicida múltiple, cuyo comportamiento se justifica acudiendo a un manual de desviaciones psíquicas. Estos herederos de Jack el Destripador han causado temor y fascinación por igual en los discursos mediáticos y en el imaginario social. También, destaca la autora, está el agresor estrella, aquél que era famoso, por las razones que sean, antes de consumar una agresión, y al que la sociedad trata de justificar. Recordemos el caso del filósofo Althusser, que estranguló a su esposa, y a cuyo acto los medios aluden como si se tratara de una performance de poesía pura, sublime y transgresora. Los ejemplos citados en el libro son muchos. Sería imposible inventariarlos siquiera escuetamente.

Al hablar de la agresión en sí, y sobre todo refiriéndose a las agresiones sexuales, enfatiza un punto que parece importante: la violación, el abuso, los tocamientos, el acoso…se perfilan como actos sexuales, y no como de violencia, en que lo que cuenta es que se ha allanado, profanado e indignificado la voluntad y libertad de la víctima. Por otro lado, muchas veces la agresión sexual se insinúa como "no violencia". Son aquellos discursos noticiales prototípicos en que se dice de una víctima violada "que no presentaba daños". Si no existe una muerte que certifique el perjuicio, éste se ve negado. Si no existe una herida visible, tampoco se considera la posibilidad de agresión. Si no hay sangre abundante, tampoco hay agresión constatable.

Por último la autora se ocupa de las autoridades, es decir, de todas las voces que, desde el poder, nutren de consideraciones, especificaciones, matices y opiniones los propios discursos informativos. Se trata, sobre todo, de policías y de jueces, que no tienen empacho alguno en poner al descubierto sus prejuicios y creencias a la hora de emitir un juicio o una valoración sobre un caso de agresión. Esto, a su vez, tiene una doble dimensión: el hecho de que se lesiona la dignidad de la víctima y su derecho a obtener justicia y protección de los órganos responsables de ofrecérselas, y por otro lado, el hecho de que las opiniones "autorizadas" (es decir, que provienen de circuitos de poder legitimado) actúan de fuentes informativas para los propios medios, que muchas veces hacen suyas, en un más que censurable acto de intertextualidad,, es decir, de apropiación discursiva (un ejemplo muy ilustrativo lo constituye la noticia "La mató porque era bruja", El País 19-1-1993. Nótese que quien redacta la noticia da por sentados varios elementos: que porque el agresor consideraba que la víctima era bruja, hay que creer que era bruja; y que porque era bruja, merecía la muerte). La apropiación discursiva, por albergar tantos elementos subjetivos, simbólicos, personales…es muy peligrosa si se usa sin tomar una prudente distancia de ella.

En suma éste es un libro cuya lectura conviene no sólo a quien se proponga reflexionar sobre los procedimientos por los que la violencia de género se narra y se explica en un discurso, sino a aquellos medios de comunicación que deseen mejorar su código deontológico, yendo un poco más allá de lo que llamamos lo "políticamente correcto".

Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com

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