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cuentos completos de lydia davis

Ficha realizada por: Patricia Esteban Erlés
cuentos completos de lydia davis

Título: cuentos completos de lydia davis
Título Original: (the collected stories, 2009)
Autor: Lydia Davis
Editorial: Seix Barral


Copyright: © Lydia Davis, 2009
© Seix Barral, 2011
Traducción de Justo Navarro
1ª Edición, Mayo 2011 ISBN: 9788432209222
Etiquetas: autores escritores estadounidenses literatura americana literatura estadounidense literatura norteamericana norteamericanos relaciones personales

Argumento:


Voluminosa colección de cuentos de la norteamericana Lydia Davis. Comprende cuatros libros de relatos de esta escritora y traductora, muy considerada en su país aunque en España solo se había publicado, hasta el momento, Samuel Johnson se indigna. Un suculento banquete que los lectores españoles podemos disfrutar gracias a la iniciativa de Seix Barral y que muestra la versatilidad de Davis y su afán por experimentar con las estructuras, los temas y las atmósferas en sus siempre fascinantes relatos.

Opinión:

He disfrutado de verdad con la lectura de este grueso volumen de relatos, encuadernado en tapa dura de un vivo color naranja que de alguna manera conecta muy bien con el espíritu excéntrico y casi siempre misterioso de Lydia Davis. Me ha encantado conocer el estilo personal y coherente de esta autora que sonríe con sus afilados ojos azules en muchas de las fotografías de ella que he encontrado en Google.  Ha sido un gusto dedicar a su lectura más de una semana, descubrir cuento a cuento un universo que conecta el mundo real con el reloj interno, perturbador, de sus personajes, casi siempre femeninos. A menudo da la sensación de que las protagonistas de Davis chocan con ese mundo exterior, objetivo, que contrasta con su hipersensibilidad y su personalidad compleja. La realidad, hipócritamente hostil, es un marco que se finge conocido y confortable, pero contra el que estos personajes se estrellan una y otra vez, en su percepción del lenguaje como arma de doble filo, en sus relaciones personales y su día a día.

Cada una de las cuatro colecciones contenidas en este libro alterna la distancia brevísima del microrrelato con cuentos mucho más extensos, en ocasiones auténticas novelas cortas. Davis se muestra como una autora avezada ya desde los años 80 en el cultivo ficciones mínimas a veces rayanas en el aforismo y nos ofrece un buen número de textos de esta naturaleza, que mantienen un buen nivel de calidad. Cualquier asunto es susceptible de convertirse en sustancia narrativa para esta aguda observadora de la realidad: una mosca detenida, como una tilde, sobre la palabra que acaba de escribir, el disfrute compartido por dos mujeres que se turnan para decir “extraordinario” en voz alta, etc. Sin embargo, junto a este apego a la realidad circundante se da en Davis una vía que me parece mucho más sugerente: la de la creación de historias fantásticas en un espacio reducido, que consiguen sembrar en el lector el desasosiego, la conciencia de que algo terrible está a punto de sucederles a los personajes: matrimonios de hermanos siameses, o de niños asustados que se encierran en casa huyendo del peligro incierto que se cierne sobre ellos en el exterior. Lo extraño no es nunca explicado ni justificado, existe, es,  sin más y Davis no cree necesario entrar en detalles, se limita a utilizarlo como una de las estrategias que le permiten reforzar el choque frontal, el abismo que separa a los seres de la realidad en la que viven.
 
En cuanto a los relatos largos de esta personalísima escritora, debo declarar mi rendida admiración ante su osadía y su incansable afán por experimentar con todos los procedimientos narrativos que encuentra a su alcance. La versatilidad es una constante en su producción cuentística, que Davis no deja de explorar, declinando la mayor parte de las veces ceñirse a un planteamiento tradicional en aras de esa búsqueda individual de la propia voz y los propios temas o esquemas. Me interesan mucho como autora los cuentistas que conciben el relato como género orgánico y se muestran militantes en ese juego permanente de la creación de vías abiertas. Leyendo a Davis se aprende, sobre todo, a perderle el miedo a la improvisación, a la imaginación, a la mezcla de formatos. En ocasiones, da mucha más importancia  a las nutridas descripciones, casi proustianas, de seres, espacios, aromas, momentos, que al final o al desarrollo de la acción, en franco desafío a las normas y decálogos que estancan al cuento en una ciénaga de condicionantes y reglas. Lydia Davis, qué duda cabe, escribe sin hoja pautada, sin plantilla ni márgenes, consciente de lo que arriesga pero sabedora de que en muchos casos el resultado es sorprendente y regenerador. Sus cuentos en forma de biografía de personaje célebre, de libro de viajes, de historial clínico de sirvientas que pasan por una casa a lo largo de toda una vida, o estudio sociológico de dos ancianas de parecidas características son buenos ejemplos de su audacia.

Ya enDesglose, el primer conjunto de relatos incluido en este volumen recopilatorio, que data de 1986 y comprende casi ciento cincuenta páginas se abunda en temas que parecen obsesionar a la autora desde los inicios de su creación literaria. Son numerosas las historias de parejas que se comportan como enemigos o desconocidos, sobre todo a través del empleo de símbolo relacionados con el mundo animal y el entorno doméstico, como los ratones o las cucarachas. La soledad de dos y la incomunicación, las búsquedas infructuosas, los proyectos inacabados, etc., son asuntos que aparecen una y otra vez en los relatos, en los que Davis consigue crear un clima pesadillesco gracias a la reiteración de estructuras y al protagonismo del pensamiento y el lenguaje como armas de ataque y alienación. En este sentido, recomiendo Primera lección de francés: La Meurtre, un cuento disfrazado de clase de idiomas en el que se reflexiona detenidamente acerca de las palabras, su origen, su significado y, sobre todo, su alcance.

En Sin apenas memoria (1997), segundo libro contenido en sus Cuentos completos, Lydia Davis mima el detalle al construir la historia entre dos personas, los signos nimios que se convierten en hitos relevantes, insustituibles, de la intimidad creada en la pareja, la madre y la hija, etc. Destacaría el relato Saint Martin, que ahonda en la vida de los miembros de una pareja que se ganan la vida trabajando como caseros. El caos compartido, la sensación de estar perdidos permanentemente y la ausencia de una realidad acogedora proyectan sobre los protagonistas una sombra alargada durante las diez páginas que simplemente se destinan,o eso parece, a narrar su existencia rutinaria. Pero subyace una melancolía permanente en cada dato aportado que aleja el cuento del simple informe, que hace partícipe al lector de una forma muy sutil de  la zozobra emocional de los  personajes principales, dos náufragos predestinados a compartir la misma balsa que navega siempre al borde de la catástrofe.

Samuel Jackson se indigna (2001), era el único libro de Lydia Davis que se había publicado previamente a la aparición de su obra completa. Quizás es el que menos interesante me ha parecido, porque los temas anteriores surgen nuevamente, pero con peores resultados en su formulación. Davis elige, por ejemplo, mostrar ahora la incomunicación o la falta de entendimiento sirviéndose de un molde de interrogatorio policial del que solo nos deja conocer las respuestas, a partir de las cuales deberemos completas las preguntas ausentes. En otro de los relatos, protagonizado una vez más por una pareja, la falta de sintonía, los reproches, la crueldad con el compañero son señalados de una manera casi lúdica, gracias a la creación de los protagonistas, Madrecita y Cascarrabias, que parecerían sacados de un cuento infantil si no fuera por la auténtica guerra fría en la que ambos combaten y en la que atacar al otro, por razones de peso o fruslerías, es el objetivo que se persigue de forma obsesiva, cueste lo que cueste. Añadiría además que me han interesado especialmente los textos relacionados con la senilidad, en tanto proceso de desconexión con esa de por sí huidiza realidad. Puede que el título más elocuente al respecto sea El silencio de la señora Iln, en el que una anciana obstinada en su mutismo es desahuciada por su poco compasiva familia y acaba encontrando el lugar adecuado para ella en una residencia, junto a otros ancianos en estado vegetativo que no la molestan ni pretenden que hable en contra de su voluntad.

Por último, Variedades de perturbación (2007), contiene algunos de los relatos que más me han gustado del conjunto de la obra de Lydia Davis. Así sucede, por ejemplo, en el caso de Kafka prepara la cena, muy atrevido y satisfactorio intento de la autora, que convierte al atormentado escritor checo en narrador protagonista de este angustioso cuento, donde la preparación de una cena para Milena se convierte en auténtica pesadilla. La sencilla tarea se va transformando línea a línea en una utopía irrealizable, en una misión titánica para el apocado personaje, y se cierra con una sutileza de belleza extrema que prefiero no desvelar aquí.

Muy relacionado con el tema de la maternidad está otro de los grandes regalos de este último libro, Lo que aprendo sobre  el niño, en el que se desmenuza la relación de la madre y su bebé en pequeños capítulos que dan cuenta, casi en un tono de documental, del periodo de adaptación y descubrimiento mutuo. Malévolo, sazonado de un humor elíptico y, me parece, una nada velada autocrítica y burla de sí misma, La señora D y sus sirvientas, se construye en forma de listado taxonómico del amplio repertorio de asistentas que pasan por la vida de una mujer con pretensiones de escritora y la de su creciente familia. Creo que nunca había leído un relato con un número tan abundante de personajes de tan idéntico y fugaz protagonismo, casi podría decirse que las mujeres que componen el servicio doméstico de la señora D dan lugar a una voz coral, cambiante en edades, razas, educación y expectativas vitales, y que a través de ellas podemos conocer la transformación social que se va viviendo en paralelo a los sucesivos e innnumerables despidos y búsquedas de una nueva y eficiente sirvienta.

En resumen, creo que si el lector que se acerca a la obra de Lydia Davis va en busca de una autora sólida, arriesgada, que afronta retos en su tarea y los plantea a su  vez a quienes se asoman a sus páginas, está de suerte. Todo un descubrimiento, una de esas pocas voces a las que de verdad puede aplicarse el adjetivo de diferentes y que entiende la creación de un estilo como un viaje que debe reanudarse con energías renovadas y la misma osadía en las páginas de cada nuevo libro.

Patricia Esteban Erlés

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