El idiota

Opinión:

"El idiota" es de aquellas novelas que pertenecen a la llamada literatura canónica, aquella literatura a la que pertenecen clásicos y lecturas imprescindibles dentro del mundo de la lectura de ficción y de no ficción. Dostoievski, el gran nombre de la literatura rusa del siglo XIX junto a Tólstoi, produjo una obra compleja y calitativamente muy buena que el Tiempo se ha encargado de mantener y pontificar. No es su mejor obra (ésta es y será, indiscutiblemente para algunos, "Crimen y castigo", aunque "Los hermanos Karamazov" no se queda atrás), pero sí que se trata de su obra más completa y que más cuestiones plantea y rumia. 

No es ninguna obra ligera. Más de 800 páginas la conforman, por lo que se convierte en un auténtico desafío para el lector, especialmente porque es una novela basada en un entremado de conversaciones, relaciones y reflexiones. A ello hay que añadirle que Dostoievski fue un escritor que centró sus narraciones en el aspecto psicológico de los personajes (con el caso claro de "Crimen y castigo", donde su personaje principal, Raskolnikov, se debate en su interior durante toda la novela sobre si confesar su crimen). El empleo de un narrador parcialmente omnisciente, sin embargo, ayuda a que la novela gane en intensidad y emoción con la aparición de nuevos personajes. Esto mitiga el gran extasío que provocan las largas reflexiones de los protagonistas o las largas descripciones que el narrador explaya. A propósito de esto, el lector, en según qué momentos, puede sentirse un tanto aburrido, pero de bien seguro que el triángulo amoroso entre el príncipe, Nastasia y Rogozhin (o incluso "cuadrado amoroso" si se incluye a Agaya) entretendrá, y mucho. 

Es una obra un tanto complicada que requiere mucha atención. Aparte de su larga extensión, aparecen muchos personajes, con la complicación añadida de que no siempre son mencionados por su nombre de pila (en ocasiones aparece éste y a veces su patronímico), lo que a veces crea confusión. Además, para la total comprensión de la obra es necesario algo de contexto histórico y de conocimiento sobre su autor, algo de lo que, afortunadamente, ya se encarga esta edición de Cátedra, que, como es costumbre, presenta una extensa introducción que aclaran el contenido de la narración o al menos ayudan.

Cristià Serrano