La cruz de Hattin

Opinión:

Muchos puntos a favor son los que tiene esta novela histórica. El primero de ellos es la ambientación. En una época tan turbulenta y en uno de los lugares más emblemáticos de la humanidad, José Antonio Carbonell Pla consigue sumergirnos en una de las leyendas más fascinantes de la historia, tanto por lo que tiene de leyenda en sí como por el misterio que la rodea.
 
El segundo punto, y quizá el más importante para todos los amantes de la buena novela histórica es la documentación. Lejos está de todas esas novelas fantasiosas sobre leyendas infundadas de los templarios. Al ir avanzando, el lector se da cuenta en seguida de que el autor ha dedicado mucho tiempo a documentarse para hacer una narración tan exhaustiva y detallada y eso es algo que si alguien valora mucho es sobre todo el lector de novela histórica.
 
El tercer punto es hacer accesible este tipo de historia a todo el público. Para ello, el autor ha hecho uso de una narración sencilla, fácil de leer y sobre todo comprensible. Su estilo es muy ágil, aunque en momentos parece que el tiempo se detiene, sobre todo cuando vivimos las angustias de Armand por saber qué les sucederá a sus compañeros Rodrigo y Zenón.
 
El cuarto y último punto es que se trata de una novela que nos hace reflexionar sobre la crueldad del ser humano, no ya de cristianos y musulmanes, sino sobre el ser humano en general, independientemente de la religión a la que siga. Las ideas, pensamientos y reflexiones que Rodrigo mantiene consigo mismo, las dudas que le corroen sirven de base para toda una serie de reflexiones. Rodrigo nos muestra que tanto cristianos como musulmanes no dudan en matar, asesinar y masacrar a otros seres humanos, incluso a los de su misma religión; lo que persiguen todos es el poder.
 
Los tres personajes principales de la historia son muy característicos y cada uno de ellos representa una serie ideas bastante profundas.
 
Armand cree que el trozo de Cruz es importante. Más importante que su propia vida y que la vida de los demás. Carece de fortaleza de espíritu. Cree que habría que acabar con los sarracenos. Es el arquetipo de los habitantes de la época.
 
Zenón es el que más simpatías puede llegar a suscitar entre los lectores. Es el más dinámico, el más vital, el que siempre tiene la palabra adecuada en el momento adecuado.
 
Rodrigo es la duda personificada. Duda de que lo que están haciendo en Tierra Santa sea lo correcto, duda de lo que puede ocurrir si encuentrar la Cruz.
 
De la mano de los tres, pasearemos por una época complicada en la que ser moro o cristiano podía significar la vida o la muerte. Con Armand viviremos el asedio de Tartus por parte de Saladino, quien dice poseer el madero. Con Rodrigo y Zenón caeremos prisioneros de los assikkin y veremos cuáles son sus costumbres.
 
Si hay que quedarse con algo de esta historia es con su originalidad, con la amenidad con la que nos instruye, con los puntos ya enumerados y sobre todo, con el final. El final es sorprendente, muy, muy sorprendente. Aunque teniendo en cuenta la línea seguida por el autor, muy acertado.
 
En resumidas cuentas, estamos ante una maravillosa novela histórica que no se puede dejar pasar.
 
Mila L. Castelo