profecía de sangre

Opinión:

P. C. Cast  es conocida en nuestro país por ser una de las autoras de las saga de “La Casa de la Noche”; en esta nueva trilogía que se inicia con “Profecía de sangre” encontraremos puntos en común entre ambas: el destino, la diosa, la elegida y el mal se convierten una vez más en el eje central de una historia bastante irregular.

No sé muy bien el motivo por el que la autora desaprovecha un mundo en el que humanos, dioses, centauros y demás criaturas fantásticas conviven en armonía. Si bien es cierto que da pinceladas de este universo, estas son tan escuetas que el lector no llega a sumergirse en él plenamente pero, por otro lado, nos llena de datos totalmente innecesarios, descripciones sobre detalles nimios que entorpecen el desarrollo de la narración la mayoría de las veces, haciendo que perdamos de vista la región de Partholon casi por completo. Esta sensación de desidia se ve reforzada por un exceso de personajes secundarios que dan la impresión de estar ahí para figurar, pasando por alto algunos verdaderamente interesantes como puede ser el caso de Danann, el Maestro de la piedra de los centauros, que queda limitado a un mero comparsa cuando su sabiduría y conocimientos podrían dar mucho juego.

Los protagonistas no llegan a despertar nuestra empatía en casi ningún momento: Elphame es una chica con carácter fuerte, con una condición especial y complicada pero sus diálogos parecen girar siempre entorno al mismo punto: su condición de diosa, de no encajar en ningún lugar y del respeto que inspira entre quienes la rodean, llegando esto a ser tan reiterativo que el lector se cansa pues parece que esté leyendo la misma página una y otra vez. Lochan el demonio Fomorian y eterno enamorado de la chica semicentaura, cumple con todos los tópicos de este tipo de literatura: atormentado por su condición y por una profecía que parece no cumplirse nunca, esclavo de un amor que se le ha prometido y que no llega, está mal definido más allá de estos detalles ya que la autora nos ha dado pocos datos de su sufrimiento y el de su raza. Todo esto viene acompañado de una absoluta falta de química entre ambos, cosa lógica al tratarse de esos amores destinados que desde en el momento que se encuentran se aman con locura sin saber casi nada el uno del otro, y que Cast ha intentado remediar a base de pasión, frases cursis y sexo, porque si hay algo que se desmarca en este libro de la literatura juvenil son las escenas de cama, bastante atrevidas, explícitas y abundantes, y un lenguaje plagado de frases tópicas y empalagosas. Como contrapunto tenemos a Cuchulainn (hermano de Elphame) y Brenna (su amada desfigurada), estos personajes sí despiertan nuestra simpatía, están mucho mejor tratados y, aunque su historia de amor es bastante predecible, es también amena y creíble; esto da como resultado que nos interesemos mucho más por este tándem y no por el protagonista. Sin duda Cuchulainn es el mejor personaje de la trama, vemos su evolución de guerrero presumido, bravucón y mujeriego a hombre enamorado por encima de prejuicios.

Pero el mayor lastre de “Profecía de sangre” es la falta de acción. Si exceptuamos dos escenas, se puede afirmar sin problema que no ocurre nada digno de mención en las tres primeras partes del libro, nada avanza y todo gira siempre alrededor del mismo y soporífero pensamiento de Elphame: sé que este es mi lugar y aquí seré feliz, apenas ningún detalle que nos haga desear saber más sobre el castillo, el Clan que revive después de un siglo, el origen y destierro de los Fomorian. El tercio final del libro mejora bastante pero ya es tarde para despertar nuestro interés y la escritora lo sabe, pues se dedica a contarnos precipitadamente todo lo que no hizo con anterioridad, nos da un par de pasajes con un poco de tensión y cierra gran parte de las historias que se estaban desarrollando, dejando abiertas las justas para continuarlas en la segunda parte de la saga.

Ante todo esto sólo podemos decir que “Profecía de sangre” decepciona bastante a excepción de unos pocos capítulos, es una historia muy manida, desapasionada en su fondo que deja la impresión de ir destinada a un público que sólo quiere una historia de amor simplona con tintes trágicos. Puede que su continuación mejore estos defectos, pero lo tiene bastante difícil.

Patricia Rubiera