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catilinarias

Ficha realizada por: Txema

Título: catilinarias
Título Original: (...)
Autor: Marco Tulio Cicerón
Editorial: Alianza


Copyright: Colección Clásicos de Grecia y Roma ISBN: 84-206-5952-5
Etiquetas:

Argumento:

Cicerón arremete, en cuatro discursos, contra Lucio Sergio Catilina, senador que había intentado por todos los medios llegar a Cónsul sin conseguirlo y que, finalmente, organizó una trama para hacerse con el poder e implantar una tiranía, que sería precedida de una auténtica masacre.

Opinión:

Me parece que no exagero mucho al afirmar que el inicio de las "Catilinarias" es una de las piezas oratorias más conocidas de toda la historia política, no sólo de la república romana, sino en general, y que ha llegado hasta nuestros días como ejemplo del buen hacer parlamentario. Ese exordio conminatorio, "hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia Catilina", con el que se inicia el primer discurso, se ha empleado a lo largo del tiempo y se seguirá empleando y, sólo él, tiene más fama que el resto de los discursos juntos. Desde luego perdurará mucho más que el "por consiguiente" de Felipe González o el "España va bien" de su sucesor.

Son las "Catilinarias", en realidad, un conjunto de cuatro discursos que Marco Tulio Cicerón pronunció en el mes de noviembre del año 63 antes de la era cristiana para denunciar ante el Senado y el pueblo, la trama urdida por Lucio Sergio Catilina que pretendía nada menos que apoderarse del gobierno mediante un golpe de estado muy violento.

Al parecer se había planificado perfectamente, según Cicerón, la muerte de muchos ciudadanos, la eliminación de senadores y el incendio de Roma, o por lo menos de buena parte de la ciudad, además de haber pedido la ayuda a una tribu de la Galia Narbonense que atacaría a la atónita república, para entonces mermada en su capacidad de defensa. Todo con tal de conseguir el poder y no importa a qué precio. Ya se ve que siempre ha sido igual.

Lo interesante de las "Catilinarias", además de que como pieza de oratoria política son un monumento de primera magnitud, está en que nos permiten conocer, por un lado, la situación de la república romana en ese tiempo y por otro, las personalidades, tanto de Cicerón como de Catilina, dos personajes enfrentados en lo privado y en lo público.

Sin embargo, como bien advierte el autor del estupendo estudio preliminar, de lectura inexcusable, Crescente López de Juan, hay que tener en cuenta que los discursos de los que disponemos nos son exactamente los originales que fueron pronunciados por Cicerón en aquellas sombrías sesiones de noviembre, pues, la versión que ha llegado a nuestros días es una que él mismo escribió tres años después cuando las cosas ya no le iban tan bien.

Por eso, advertimos en la lectura que, a lo largo de sus peroratas, Cicerón incluye una cantidad enorme de auto alabanzas, casi hasta extremos insoportables que sólo se justificarían, en el mejor de los casos y aplicando un buen grado de benevolencia, como un intento de recomponer su entonces imagen deteriorada. Esa actitud es especialmente irritante por lo que se refiere a la tercera catilinaria, donde llega a compararse con los dioses en su función salvífica de la república.

De todas formas, Cicerón, que tenía muchas virtudes cívicas, también tenía un gran defecto, según coinciden todos sus estudiosos, y era su enorme vanidad. De ahí que tuviera un interés especial en que sus discursos y sus actos fueran conocidos por las venideras generaciones.

Las "Catilinarias" nos son útiles también para conocer la personalidad de su primer destinatario, Catilina, el siniestro cabecilla conspirador. En este caso también hay que estar advertido de que todos los testimonios que nos han llegado sobre este personaje están escritos por los vencedores, esencialmente por el propio Cicerón y por su contemporáneo, Salustio, que se refiere a él en su obra la "Conjura de Catilina", publicada asimismo en la colección de bolsillo en la que está editada esta obra de Cicerón

No parece que pueda haber demasiado error al afirmar que el tal Catilina era un corrupto absoluto que, arruinado económicamente, trató se enriquecerse mediante actos arteros, algo que, por otra parte, era uso común en aquella república decadente (hoy también). Sería, entonces, la conjura el último eslabón de una cadena de iniquidades de todo tipo.

En mi opinión, son el primero y el último de los discursos, los mejores. En el primero expone con rotundidad cómo se aprestaba Catilina a organizar la masacre que le llevaría al poder y en el último presenta una serie de argumentaciones que, por algunos son consideradas, sin embargo, como signo de inconsistencia política, sobre qué pena aplicar a los conjurados.

Julio César, que junto a Marco Craso no había estado al margen, al menos inicialmente de la conspiración, pronunció un magnífico discurso en el que, en vez de la pena de muerte, pedía la de prisión perpetua. Cicerón, que intervino después, analiza, duda y quizá, evidentemente, no propone algo concreto, pero sus argumentaciones son para llevar a otros a la reflexión. Me parecen una pieza oratoria de primer orden.

Finalmente, como es conocido, la intervención de Catón "el joven" con otro brillante discurso llevó a los conjurados al patíbulo. La conjura fue vencida, en efecto, pero la república tenía sus días contados.

Recomendable le lectura de Cicerón, lejos ya de aquella imperiosa y acuciante necesidad de hacerlo por obligación para aprobar los exámenes de latín.

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