la agencia little lady

Opinión:

El género chick lit está en auge, especialmente en el mundo occidental. Escrito por y dirigido a mujeres jóvenes, generalmente solteras e independientes, causa furor. Se trata de novelas con ingrediente romántico, frescas y divertidas, protagonizadas por mujeres solteras y trabajadoras que buscan a su media naranja, de clase más bien alta, glamourosas y que habitualmente encuentran al hombre de su vida, casi siempre un personaje apuesto, bien situado económicamente, y por descontado encantador. Desde que se publicó El diario de Bridges Jones han sido muchas las autoras que se han sumado al género y Hester Browne ha sido una de las últimas en subirse al carro.

El resultado es una novela que cumple con los requisitos del género, divertida, original y sumamente entretenida. Sus casi quinientas páginas se leen a gran velocidad, el ritmo es trepidante, las imágenes muy gráficas y la historia muy amena.

Cuando Melissa, la protagonista, se atreve a abrir su propia agencia, decide hacerlo bajo una imagen muy distinta a la que tiene. Se compra una preciosa peluca rubia, ropa elegante y sexy al mismo tiempo y adopta una pose más descarada y segura de sí misma que la que posee en realidad. Ello le permite afrontarse a los problemas con una dosis de confianza impensable en otras situaciones de su vida. Y ése es uno de los aspectos que más interesantes me han parecido: lo que puede hacer nuestra propia imagen con nuestro carácter.

Cualquier mujer que esté leyendo estas líneas sabe, tan bien como yo, que cuando una se viste y sale a la calle especialmente arreglada, y si va “a matar” ya ni os cuento, sale con una dosis de confianza y seguridad en sí misma que supera los mejores momentos de la vida cotidiana. Pues Hester Browne consigue exactamente eso con su personaje. Cuando Melissa es su alter ego, no es que sea otra persona, es que pierde la timidez e incluso el miedo a decir o hacer según qué cosas, le importa menos lo que puedan pensar de ella. El asunto lo lleva más allá, porque cuando se cambia el nombre, se pone la peluca rubia, las gafas de montura especial y la ropa más chic, ni siquiera parece ella, es más, sus conocidos ni se dan cuenta de quién se esconde tras la imagen. ¿Qué seríamos capaces de hacer con un cambio semejante de aspecto, si nadie pudiera reconocernos?

Hester Browne responde a algunas de esas preguntas en su novela, cuya lectura me ha parecido una manera divertida y agradable de pasar un fin de semana lluvioso.

Pilar Alonso