yeti

Opinión:

Fascinante. Si alguien me obligara a definir esta novela con un solo adjetivo, tarea difícil, sin duda escogería éste.

Fascinante el ritmo frenético de una novela llena de aventuras que, a menudo, se convierten en terroríficas, que nos tienen continuamente en vilo, que no nos dejan mantenernos al margen como lectores, sino que nos obligan a posicionarnos, a tomar partido.

Fascinante la creación de ese nuevo Indiana Jones en la lucha contra la destrucción de la naturaleza que es Mario Yerro. Héroe, sin duda, que posee todos los atributos de los héroes literarios: fortaleza, honradez, encanto, empatía… ¿sigo?

Cómo nos gustaría que anduviese un Mario Yerro, por ahí, uno de verdad capaz de salvar el planeta de las garras de depredadores tan oscuros como los que salen en la novela. Que haberlos debe haberlos, sin duda. Realmente, son antagonistas tan bien dibujados como el protagonista: esos malos ambiciosos, sin escrúpulos, capaces de destruir lo que sea sólo para llegar a las cotas más altas de poder.

Fascinante, sin duda, esa descripción de la selva, en un estado de pureza y de conservación tal, que nos permite imaginar, de la sabia mano del autor, paraísos perdidos.

Y fascinante, cómo no, ese Yeti, ese hombre encontrado, descubierto, preservado en ese reducto natural, que Mario Yerro, ayudado por la doctora Coleman, defenderá a capa y a espada de las garras de quienes no dudarían en destruirlo si eso conviniese a sus intereses.

Si definimos Yeti como una novela de ciencia ficción, debemos decir con pesar, que hay mucha más ciencia ( F. J. López del Oso es biólogo) que ficción. O, quizás, deberíamos decir que esa ficción está tan próxima a nosotros, a nuestra forma de vida, a nuestra manifiesta incapacidad para preservar nuestro planeta, que cuando leemos la novela se nos ponen los pelos de punta.

Porque nos parece que, precisamente es de eso de lo que Jiménez López del Oso nos ha querido hablar y desgraciadamente, hoy por hoy ese mensaje cobra más actualidad que nunca.

Y, por fin, déjenme decir que me ha parecido fascinante ese autor conocido de Mario Yerro, ese viejo compañero de universidad a quien el protagonista contó sus aventuras por Sumatra. Claro, con una historia así, el escritor sólo tuvo que cambiar los nombres y… ¿que de qué les estoy hablando? Lean la novela. Léanla, por favor.

Núria Pradas