Yerma & Poeta en Nueva York

Opinión:

Este año, gran parte de la obra más conocida de García Lorca dejaba de estar sujeta a derechos de autor y pasaba a ser de dominio público, por lo que se han disparado las ediciones de la producción del granadino. Precisamente porque son muchas las editoriales que aprovechan ese filón recién abierto para hacer caja, vamos a ver en las librerías ediciones de muy baja calidad, de modo que resulta necesario tener claro como lector qué se quiere comprar y en qué condiciones lo va a encontrar, porque ya se sabe que en el mundo de la edición, como en tantos otros, abunda el gato por liebre.

La unión de teatro y poesía que la edición propone, hasta cierto punto sorprendente (ya había en el mercado volúmenes con el mismo contenido), funciona bien y sirve como un recordatorio al lector de la manera en que el autor granadino provocaba que poesía y teatro caminaran muy cerca, siendo su verso teatral en muchos sentidos y su teatro eminentemente poético. "Yerma" (1934) constituye, junto con "La casa de Bernarda Alba" y "Bodas de sangre", los grandes dramas rurales de Lorca y auténtica cima del teatro contemporáneo. Presentar la obra es deshacerse en halagos sobre su profundidad lírica y respeto al ser femenino. Su argumento hace vibrar, y las sensaciones de pérdida y esterilidad que sufre la protagonista son pura poesía puesta en escena. "Poeta en Nueva York" es uno de los mejores libros de poemas -si no el mejor- de la Generación del 27 más vanguardista. Dispuesto con metáforas lingüísticas y hallazgos verbales constantes, fue escrito entre 1929 y 1930, cuando Lorca fue invitado a Estados Unidos por la Universidad de Columbia.

El volumen que Ediciones B ofrece, y que aquí reseño, tiene varios alicientes. En primer lugar, porque añade algo que complementa bien a las dos obras: la reproducción de las ilustraciones que García Lorca creó para su "Romancero gitano". Estos dibujos son un buen jardín visual en el que perder nuestra mirada entre lectura y lectura de las obras. Aunque parezca un dato menor o demasiado prosaico, en una obra que debe perdurar en nuestra biblioteca por su condición de clásico, también le confiere valor su sólida encuadernación, que ofrece una buena experiencia de lectura. Sí se echa de menos alguna introducción, por somera que fuese, y alguna nota a pie aclaratoria para pasajes especialmente oscuros o interpretables. Es algo que, en mi opinión, debería ofrecerse siempre cuando se habla de clásicos mayúsculos, como en el caso de García Lorca.

Rafael Ruiz Pleguezuelos