Viaje de vuelta
Título: Viaje de vuelta
Título Original: (Viaje de vuelta, 2007)
Autor: Alejandro Varderi
Editorial:
Tarannà
Colección: Roure
Copyright:
© 2007, Alejandro Varderi
© 2007, Tarannà Edicions
Edición: 1ª Edición: Abril 2007ISBN: 9788496516151
Tapa: Blanda
Etiquetas: literatura venezolana
Nº de páginas: 213
Argumento:
"Viaje de vuelta" es el tercer volumen de un ciclo narrativo que
lleva por título Origen-Final, y donde
también se incluyen: Para repetir una mujer, Amantes y
reverentes y Bajo fuego (en preparación). Estos
libros pueden leerse de forma independiente.
Barcelona: 1992. Nicolás y Maria Eugenia regresan a Estados Unidos,
pocos días después de la clausura de los Juegos Olímpicos
celebrados en la ciudad. Viajan en avión y durante la conversación
que ambos mantienen van intercambiando recuerdos sobre sus vidas y
sus respectivas familias. Los padres de Nicolás, integrantes de una
larga dinastía catalana, la de los Ribot-Grau, emigraron a
Venezuela en los años 50, mientras que Maria Eugenia, también de
padres catalanes, nació en Venezuela. Los recuerdos de ambos se
entremezclan con los de algunos de sus familiares, quienes
participaron o fueron testigos de algunos de los hechos más
importantes acaecidos en Barcelona y en Venezuela desde finales del
siglo XIX hasta principio de los años 90 (finales del XX).
De entre los acontecimientos políticos o sociales sucedidos en
Barcelona durante ese periodo se hace especial referencia a la
Exposición Universal de 1888, la Exposición Internacional de 1929,
la Guerra Civil y la posguerra y la gran manifestación del 11 de
septiembre de 1977 y la Nueva Barcelona; de entre los acaecidos en
Venezuela: el derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez en
1958 y el establecimiento de la democracia, el boom petrolífero en
los setenta, y la crisis económica de los noventa que provocó el
alzamiento del coronel Hugo Chávez y la anulación de la
democracia.
Opinión:
La principal virtud de Varderi reside en la enorme capacidad
para sintetizar los acontecimientos principales, íntimos y
personales, de los componentes de una extensa saga familiar
catalana, jugando con el tiempo (a base de continuos
flashback, que van de atrás a adelante y viceversa),
imitando el modo como funciona nuestra memoria, de un modo
desordenado y algo anárquico. Esta opción, aunque dota de una mayor
agilidad al texto, también me provocó a veces cierta confusión
sobre ¿quién era quién? en cada momento de la historia.
Por curiosidad, me dediqué a realizar mientras leía la novela el
árbol genealógico de los Ribot-Grau y ciertamente me recordó por
extensión al de "Cien años de soledad". Lo que Gabo contó
en aproximadamente 500 páginas (en edición de bolsillo), Varderi lo narra en 213 y esto
me parece bien, siempre que semejante labor lleve consigo mayor
agilidad narrativa y no se pierda profundidad en el dibujo de los
personajes. Esto no llega a suceder del todo en esta novela, pero
hay algo que a mí como lector me impide identificarme completa y
profundamente con lo que se me cuenta. Aunque los momentos
centrados en el pasado me interesan un poco más que los que suceden
en la actualidad (la vida de Nicolás en Nueva York, por ejemplo) en
pocas ocasiones los personajes llegan a interesarme como se
merecen, ni ellos ni sus dramas o conflictos
personales.
"Viaje de vuelta" me parece
una novela (demasiado) triste. Sus personajes dan la impresión de
permanecer anclados en el pasado, atrapados en la memoria, siempre
nostálgicos de un tiempo pretérito, que parece que para ellos fue
siempre mejor, un tanto infelices (¿Y quién lo es?) y
sentimentalmente insatisfechos. Ninguna de las cosas citadas
anteriormente me parecen defectos del texto en cuestión, pero quizá
hayan provocado en mí un efecto de distanciamiento, de no
implicación en la historia, impidiéndome inevitablemente la
complicidad o la empatía total con lo que se me contaba.
Joseph B Magregor
María Clara Salas
"Hay que dejar en las ciudades algo", decía nuestra poeta
Luz Machado. Este pensamiento sale al encuentro porque personas y
lecturas se cruzan en inesperadas coincidencias.
Alejandro Varderi (Caracas, 1960) nos dejó en las librerías de
CaracasViaje de
vuelta.
No quiero compartir cierta estética que de tanto eludir la ética
se sonroja ante cualquier pronunciamiento crítico y cree perder
contacto con la belleza. No queremos ser plásticos, somos alérgicos
a cualquier exageración y huimos del detestable mirar al otro por
encima del hombro. Todos, por lo general, somos seres sufrientes,
portamos el "pathos" de la condición humana: el sentir, la
simpatía, sabemos que de alguna manera y en algún momento, el
sufrimiento nos toca y nos "compadecemos", compartimos en las
páginas narrativas del autor, en el poema. Los "autores" nos
acompañan, tienden su experiencia como un mantel en la mesa común
de la conciencia. Es de pésimo gusto dejar a la intemperie el
dolor. Con ayuda de la estética alcanzamos, a veces, deshacernos de
él. Lo perfecto, lo divino es el gozo, el placer que cada quien
sabe o no sabe en qué consiste y busca, no importa cuál sea el
nombre del dios que se persiga. Viaje de vuelta posee contención y
maestría en la palabra que habla del dolor, los vacíos, las
pérdidas.
La familia se rememora como centro, mito y absurdo. Personajes
signados por el trabajo, fuente de la riqueza, al decir de Adam
Smith, ejercen espacios que se conquistan con esfuerzo. Se huye de
las dictaduras que limitan la capacidad de trabajar, pero se está
dispuesto a tolerar las que permiten cumplir con el oficio.
Emigrados españoles celebran los tiempos de Pérez Jiménez "señor
bastante normal", mientras hablan mal de Franco porque gracias a su
intransigencia abandonaron la muy republicana Cataluña. Son puntos
de referencia que acompañan el caos.
Uno de los personajes principales de la novela o saga familiar de
Varderi, María Eugenia, amiga entrañable de la infancia, da cuenta
de la nueva estética: elegantísima, bella, tiene siempre a la mano
sus afeites, cremas, polvos, hidratantes que bloquean la más mínima
arruga. Lleva en su interior la historia de destrozos irreparables:
la violación del padre y la indiferencia de la madre. La madre ante
el ultraje a la hija prefiere hacerse la loca con tal de no
terminar con su matrimonio. ¿Reflexionamos? Cada quien elige su
camino.
¿Qué podemos hacer si con el paso del tiempo nos esperan la
locura, el exilio o la guerra?, ¿cómo justificar el sufrimiento?
¿De qué sirve la denuncia, cuando sólo pondría en evidencia las
heridas que hay que ocultar como sea? Las heridas se curan con la
familia elegida, se dejan en el borde de los vasos preparados para
las fiestas, estrenos, bautizos, bodas que enlazan la comedia o el
drama de lo inevitable. Velos, máscaras contra el infortunio son
expuestos a la luz de una prosa que ni mide ni se exalta. Los
gestos de rechazo carecen de virtud. El amor es silencio. La
impotencia nos asalta.
Rutinas familiares no dejan el resplandor esperado. Comer bien,
con vinos y guisos que marquen el paladar para siempre, es el
ritual por excelencia, rituales sin efecto a la espera de alguna
epifanía.
Volvemos pero no volvemos, pertenecemos a la zona de los grandes
maquillajes. Allí, al menos, no tenemos que soportar la llegada del
odio, del asalto a la vida en pleno día. El odio, en los países
civilizados, se traslada a lugares específicos. No juzgamos. La
duplicidad se instala, esto está bien y lo otro también, por favor
nada de realidades, somos reflejos, imágenes platónicas, fantasmas,
lo perdido.
María Clara Salas
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Comentario de los lectores:
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