Un sombrero cargado de nieve

Opinión:

En la agitada transición española, Cristina Losada, periodista con gran afán de conocimientos, decide embarcarse junto Augusto, un perfecto desconocido, en un viaje a través del Transiberiano para vivir de primera mano cómo es la vida en el Moscú de principios de los 80 y así poder reafirmarse que la España de la que huye no es la España soñada por ella, reivindicativa en los momentos más convulsos del Régimen.

Huye buscando respuestas, pero durante siete años, y un periplo que le lleva a conocer rincones de los cinco continentes y vivir aventuras dignas cual Robison Crusoe, lo único que descubre al final de cada una de esas etapas, es que al fin y al cabo, los origenes son los orígenes y acaba regresando a dedicarse de  lo que en un principio buscaba huida.

Narrado en primera persona, como un diario de a bordo, da la sensación de estar leyendo en un primer momento, a Elizabeth Gilbert, en su filmografiado libro "Come, reza, ama". Si bien Elizabeth le da un tono más místico en cuanto a las aventuras que la protagonista desarrolla durante su periplo recorriendo distintos lugares de la tierra, Cristina Losada, en su Sombrero cargado de nieve, nos narra, más bien, los problemas a los que se enfrenta en cada una de sus decisiones, ya que sus viajes son cuanto menos preparados, y siempre, sin llegar a concretar si se trata de parejas sentimentales, o simples acompañantes de viaje, con personajes anejos a ella, de los cuales apenas nos indica nombre y procedencia, pero siempre con una tesitura de arrepentimiento inicial.

No indaga Cristina más allá de la simple descripción de los lugares visitados, así como de la gente de la que se rodea, lo que da la impresión en todo momento en la lectura del libro que nos falta algo más, que se queda a medias; sí, visita el Sahara, y se codea con Tuaregs, pero, no da más detalles... enseguida pasa a narrar más y más atrocidades del viaje.

Muchos países, muchos pueblos, muchos datos, muchas anécdotas de viaje, pero nada concreto.

Quizá esa falta de exactitud, es justo lo que nos quiere transmitir, que no acaba de estar a gusto en ningún lugar, que nada le convence de lo que está viviendo ni de con quien lo está viviendo.

Ese es el reflejo que me queda de sus viajes, cargados de penurias casi al bode de la fatalidad, pero que o bien por suerte del azar o del destino, acaban reconduciendo a la autora a otra aventura paralela.

Siempre vuelve al lugar de origen, entre viaje y viaje, que casualmente se van fraccionando en periodos de dos años, entiendo que por las excedencias que va solicitando, pero una vez en España, opta por volver a embarcarse de nuevo en otra aventura, sin preparar, a lo que surja y con quien surja.

Unos viajes según mi punto de vista, que realizados desde otra perspectiva pueden suponer vivencias positivas, pero que en vista de lo que pretende la autora junto con sus acompañantes, que en todo momento es huir de aquello que le puede atar a esa zona, supone un poco no querer afrontar la realidad que se le presenta.

No obstante, al final de sus aventuras, regresa a España, para dedicarse, finalmente, a aquello de lo que huía en un principio.

Está escrito de una manera un poco caótica, muchos datos, muchos nombres, pero nada determinado. Ausencia de algo que nos haga arraigarnos en algún personaje o en algunos de los sitios que visita, puesto que no da lugar a ello, por la brevedad que se produce su estancia con ellos, o porque simplemente desaparecen del relato.

Ese afán de caos supongo que fue el que le llevó a huir, y que con la experiencia de siete años dando tumbos (porque realmente lo que narra son tumbos de un sitio para otro con distintos acompañantes, siempre masculinos) llega a un punto final de asentamiento. Y ese asentamiento vuelve a ser su origen. España.

Tal y como se describe, es un círculo con experiencias inútiles, pero teniendo en cuenta que la persona que volvió en ningún caso volverá a ser la persona que marchó.

Aún con todo el caos que transmite, es un libro con el que he disfrutado bastante, sobre todo, admirando el valor que supone el marchar, así sin más, a la aventura, con poco equipaje a vivir emociones que te hagan reflexionar del porqué no somos capaces de diferenciar a los viajeros de los turistas. Que te hace plantearte qué quieres ser en la vida: simple turista, o prefieres ser viajero.

Ross Goose