Un niño prodigio (juvenil)

Opinión:

Si en esta ocasión he añadido el argumento oficial de la novela es porque es acertado al cien por cien. Irène Némirovsky escribió este cuento filosófico en su juventud, quizás por eso lo han publicado en Alfaguara Infantil-Juvenil, sin embargo no deja de ser una novela en su justa medida (¿para qué más páginas si no las necesita?) apta para un público adulto, sobre todo quienes gustan de los cuentos de Voltaire, por ejemplo.

Su prosa es desgarrada y poética al mismo tiempo, su trama tiene los mismos atributos, y en conjunto resulta una bella obra llena de amor y dolor, pasión y desazón, comodidad y dejadez. Así son sus propios personajes; el pequeño Ismael es un niño prodigio, no necesita pensar, sólo saber y sentir, y a partir de ahí surgen de su boca las canciones que poéticamente convierte en medicina para los sufrientes trabajadores del puerto. Esa medicina la tomará también el "barin" (barón) que lo descubre y lo lleva hasta la "princesa".

En este grupo de personajes la "princesa" será definitiva para convertir al niño prodigio en un "barin" más, y es que hablamos de una Rusia donde la pobreza contrasta de forma desmesurada con la riqueza de aquellos que viven entre palacios, viajes y fortunas. Sólo hace falta una persona caprichosa para cambiar el destino de un niño prodigio, y esa será la "princesa". Los jóvenes encontrarán en ésta a "la mala", cuando en realidad es simplemente una mujer rica y caprichosa, se aburre porque no tiene nada que hacer y actúa de la única forma que ha sabido siempre. Es por tanto un personaje habitual en aquellos tiempos, pero es, al mismo tiempo, el monstruo que lo cambiará todo.

Advierto que la introducción escrita por Élisabeth Gille es muy muy buena porque nos adentra en la verdadera vida y personalidad de Irène Némirovsky, uniendo su vida a su propio cuento, sin embargo os aconsejo que no lo leais al principio, que lo dejéis para el final, si no queréis saber cómo termina esta novela que se lee en dos suspiros.

Anika Lillo