Un cuento perfecto

Opinión:

Elísabet Benavent nos adentra con esta nueva novela en el mundo de los más privilegiados (los adinerados; MUY adinerados, en este caso) para mostrarnos que no es oro todo lo que reluce, que también tienen sus problemas y, como rezaba el título de una telenovela de los 80, los ricos también lloran. Pero, más allá de la reflexión sobre los problemas de la élite económica (que también los tienen y, a veces, no son baladíes), la autora nos propone reflexionar sobre lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nuestra propia vida, sobre lo que hemos elegido y lo que nos ha sido impuesto desde fuera, sobre lo que creemos perfecto para los demás y lo que es perfecto para nosotros y, en definitiva, sobre lo que nos hace felices. A nosotros. Sin la opinión de nadie más.

Un tema, por lo tanto, interesante y profundo que en la novela se va desgranando por capas, desde lo superficial (el aspecto o la ropa) hasta lo más profundo (quién eres y qué quieres hacer con tu vida). Todo ello, como no podía ser de otra forma tratándose de una obra de Benavent, arropado con un estilo sencillo y una historia en la que el amor y la amistad (en este caso, la hermandad, puesto que las amigas que suelen acompañar a las protagonistas de la autora se convierten aquí en hermanas) son esenciales.

De hecho, la familia es otro de los temas más explorados en esta novela: la familia como corsé que no nos permite ser nosotros mismos, como juez que te juzga, como herencia que hay que mantener… pero también como aliento y apoyo cuando uno tiene la valentía de ser uno mismo.

Como suele ocurrir también las novelas de Benavent, también aquí tenemos dos voces narradoras, que se corresponden con los dos protagonistas principales de la historia: Margot y David. Margot es la joven empresaria rica que deja plantado en el altar a su novio perfecto y David es un camarero enamoradizo, inconstante, pobre y desastrado que se convertirá en su mejor amigo y apoyo. Y es que una no sabe nunca dónde va a encontrar justo lo que necesita en un momento determinado. Ni que lo más imperfecto del mundo puede convertirse en lo más perfecto si es lo que necesitas.

En cualquier caso, el peso de esos dos narradores no es equitativo: como también suele ocurrir en la novelística de Benavent, el peso mayor lo lleva la protagonista, mientras que los capítulos en los que el foco se traslada al protagonista nos ofrecen un contrapunto muy enriquecedor para la historia y nos ayudan a conocer a ambos mejor.

Y me explico, porque es uno de los aspectos que más me ha gustado de esta novela.  Como en otros muchos casos, vamos conociendo a la protagonista a través de lo que ella misma nos cuenta (narración en primera persona), de lo que piensa pero no se atreve a decir, de lo que hace, de lo que dice y, en este caso también, a través de lo que siente pero que ella misma no acaba de reconocer. Hasta aquí, todo normal. Pero me ha gustado mucho que en los capítulos en los que habla David se nos hable, además, de esos gestos, de esa postura, de esa comunicación no verbal de la que a veces no somos conscientes pero que tanto dice de nosotros mismos. Nos hacemos, así, una idea muy diferente de Margot a través de lo que David ve en ella, sin que ella misma sea consciente de proyectar esa imagen. Me parece que la configuración del personaje cambia radicalmente gracias a ese enfoque y que logra que este sea mucho más profundo, más rico, más humano y más certero.

Por lo demás, Benavent logra (como siempre) meterte de lleno en una historia llena de emociones y aspectos sobre los que reflexionar. Y lo hace de una manera tan fácil y tan potente, que es fácil que te sientes a leer y, cuando te quieras dar cuenta, se haya hecho de noche y hayas devorado buena parte de sus páginas. La forma de contar, el estilo, la manera de tramar la historia, los personajes humanos y cercanos, los problemas interesantes y variados, los diálogos rápidos y certeros… todo contribuye a dibujar una obra facilísima de leer, muy entretenida, muy interesante y que, a pesar de los prejuicios que mucha gente pueda tener sobre la novela romántica o la obra de Benavent, deja poso.

Lidia Casado