Triste tigre

Opinión:

Neige Sinno nos invita a conocer su pasado, nos cuenta con pasión y con mucha ira también, todo aquello que sucedió en su niñez hasta bien entrada su preadolescencia… fue una niña que nunca mostró lo que pasaba puertas adentro, más bien fue una niña que jugaba, era inquieta, no provocaba sospecha alguna, pero tampoco parecía que exprimiera esa infancia al cien por cien…

Así es que el libro nos va desarrollando una idea tras otra, reflexiones, recuerdos, noticias (con fotos y todo) se funden en estas páginas que dan conocer un hecho espeluznante, pero no por el hecho en sí, que ya lo es, sino porque nadie supo ver lo que pasaba. El silencio no fue cómplice, no era que vieran y se desentendieran del tema, sino que no había sospecha alguna. Terrorífico. Y absolutamente real. Tanto, que duele.

Las reflexiones sobre el pasado se desentierran décadas después de que hayan ocurrido los hechos, porque Sinno no contó nada hasta mucho después, ya en época universitaria y aún pasó un año desde que relatara a amigos, familia y terapeutas lo sucedido, para que decidieran (madre e hija) poner finalmente una denuncia ante el padrastro abusador y todo lo que vino después. Que de eso va el libro.

No voy a destripar nada, lo que he relatado hasta ahora podría haber aparecido en cualquier redacción de sucesos en los ochenta o noventa… incluso ahora. Eso es lo triste y lo valiente del libro: contar una historia que duele, avergüenza, victimiza, pero hay que contarla. Como el juicio, encima en un pueblo pequeño, que fue público, para hacer visible este tipo de delitos, que en aquella época se escondían y que hoy por hoy es más común ver juicios sobre abusos sexuales y, creo, que es gracias a este tipo de literatura testimonial.

Pero no nos equivoquemos, aquí no vais a encontrar morbo y/o escenarios truculentos, la propia autora no quiso ir por ese camino, ni novelar su testimonio, sino más bien hacer una visión más reflexiva (me repito, lo sé) y más desde el presente, pero sin dejar de mirar ese pasado tan frágil, por lo sucedido, por lo oculto, por lo que se calló.

Es que este libro es como un puzzle, nos va montando las piezas poco a poco hasta tener una visión total de ese momento y los posteriores, porque fueron años de abusos -desde los 9 a los 14 años, pero ni ella es capaz de establecer las fechas-, luego el juicio y todo lo que derivó después… porque ella ha tenido que convivir con familia, amigos, vecinos que apoyan al abusador, otras personas que no quieren saber nada del tema y quienes lo han vivido con ella al pie del cañón, como se dice.

Hay un mar de preguntas internas en estas páginas, ideas que van y vienen, hay también dolor y odio, pero también momentos divertidos en familia, recuerdos atesorados, recortes de periódicos, cartas, fotos…

Es un libro que te lleva hacia zonas desconocidas, que te insta a pensar sobre el tema, no solo como lector o lectora, sino también como víctima de abusos, aunque no era el deseo de Sinno de hacer de este libro uno de esos libros que te ayudan a sobrellevar lo pasado. Pero también tiene algo de ello.

También hay una serie de conceptos que utiliza sin pelos en la lengua, "al pan pan y al vino vino" como se suele decir… violar, violador, pene, no se corta ni usa eufemismos, tampoco tiene por qué no hacerlo, este no es tiempo de remilgos ni palabras a medias. Es tiempo de contar la verdad.

Y dentro de toda esa verdad, crear un retrato del violador ha sido, al principio del libro, un viaje duro, tanto para ella como para quien entra en estas páginas. Como también las reacciones de la familia, la madre sobre todo (os dejaré con la miel en los labios) y además ella en el presente como víctima de violación cuando niña y ahora madre a su vez.

Dato interesante es la imagen de la cubierta y el título, tiene muchísimo que decir. Por cierto, Sinno vive ahora en México y por ello el libro lo ha traducido ella al español, por lo que se nota también un sabor más propio y coherente.

Este libro es un viaje duro, pero emotivo. Más de una vez te tocará parar y cerrar los ojos, pero no por el relato en sí, que no usa efectismos ni morbo, sino por lo intenso, los recuerdos, esa verdad descarnada que hace que se te ponga la piel de gallina. ¡Recomendado!

Carol Inabé Barba