Tres novelas en imágenes
Título: Tres novelas en imágenes
Título Original: (La Femme 100 têtes, 1929)
Autor: Max Ernst
Editorial:
Atalanta
Colección: Imaginatio Vera
Copyright:
© Max Ernst, VEGAP, Barcelona, 2008
© Del epílogo: Juan Antonio Ramírez
© De la traducción: Héctor Sanz Castaño
© Ediciones Atalanta, S.L
Ilustraciones: B/N
Edición: 1ª Edición: Diciembre 2008
ISBN: 9788493576394
Tapa: Dura
Etiquetas: animales arte crítica social libros ilustrados literatura francesa mezcla de géneros novela gráfica sueños surrealismo psicoanálisis obsesiones años 30 collages artes gráficas simbolismo
Nº de páginas: 520
Argumento:
Entre 1929 y 1934, el artista alemán Max Ernst compuso tres sorprendentes e innovadoras novelas en imágenes tituladas La Mujer 100 cabezas (1929), Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo (1930) y Una semana de bondad o los Siete Elementos capitales (1934). Con sus más de cuatrocientos collages dispuestos uno tras otro, a veces con pies de ilustración, forman en su conjunto, como dice Jean François Billeter, «uno de los poemas más bellos del siglo xx»; o también, podría decirse, la más sugerente novela de todo el movimiento surrealista. Max Ernst definió el collage como «la explotación sistemática de la coincidencia casual, o artificialmente provocada, de dos o más realidades de diferente naturaleza».
En la superposición de esa conexión imposible de dos realidades distintas radica el estado supremo de la poesía; pero aún tuvieron que pasar siete años de maduración para que apareciera su primera novela en imágenes. Sin embargo, la aparición del collage narrativo en 1929 no puede ser considerado como un fenómeno aislado en la vanguardia artística de aquella época: coincidió con el nacimiento del cine sonoro y de las historietas, que hasta entonces aparecían como «tiras» sueltas en los periódicos y empezaron a publicarse agrupadas, formando los primeros comic books.
Opinión:
La obra de Max Ernst, un artista realmente complejo que, allá por los años treinta, fue uno de los pioneros del movimiento conocido como "dadaísmo", la he considerado siempre como arte abstracto, único e irrepetible. El editor de Atalanta conoce bien el valor de semejante obra, y pone a nuestra disposición este singular experimento narrativo, que de entrada debo decir que he disfrutado muchísimo.
Son tres novelas gráficas, aunque no sé si yo misma me atrevería a definirlas así. En tanto que no cumplen las reglas básicas de un tebeo, son experimentos a base de la técnica de collage, que Ernst dominaba a la perfección. Las tres historias son "La mujer de 100 cabezas", "Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo" y "Una semana de bondad". Atalanta las reúne ahora en este brillante tomo, titulado muy convenientemente "Tres novelas en imágenes".
La vida de Ernst es la de un aventurero, parece de película. Basta con decir que luego de emigrar a Estados Unidos por culpa de la guerra en Europa, regresaría más tarde para afincarse en Francia, país que lo adoptó como propio y le permitió hacer una carrera en el arte y la pintura. Usando técnicas de dibujo que sorprendían a los coleccionistas del arte, pronto se hizo un lugar de importancia en los nuevos movimientos artísticos que iban surgiendo, tanto en el periodo de entreguerras como en el posterior.
Artista vanguardista como pocos, plasma los horrores de su época en su obra. Con críticas al clero y al Estado, como podemos notarlo en "Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo", nos muestra figuras de momias conviviendo con morsas de aspecto semi humano, o un pez de aspecto antropomorfo que muere varado en una costa, mientras los cuervos descienden sobre él. Como vemos, crea figuras monstruosas y que pueden resultar chocantes, muy en la línea de otro grande como Goya. Sueños, pesadillas, seres andróginos que se mueven entre la vigilia y el inconsciente, son collages que utilizan un total de más de 400 imágenes y figuras para componer la ilustración.
Adivinamos también elementos eróticos un tanto retorcidos en "Sueño de una niña". Sueños lúbricos en los que la niña del título tiene encuentros sexuales con animales, dioses y religiosos. No falta un cierto morbo que recorre la obra en su conjunto y que, quizás, para ciertos lectores pueda resultar incómodo. No olvidemos que se trata de una obra totalmente surrealista, con elementos claros e involuntarios del psicoanálisis.
Obsesiones, criaturas con máscaras que parecen derretidas, muñecas sin cabeza y monos jugando entre los restos humanos de un vetusto mausoleo, son algunas de las potentes imágenes, que se nos quedan grabadas. Ernst libera aquí todos sus sinsentidos reprimidos, abordando el arte desde una perspectiva pocas veces igualada. No es tanto la incongruencia de lo que vemos, lo que debe preocuparnos, sino más bien, poder detectar los signos y señales desperdigados aquí y allá, en los que la conciencia se expande más allá de los límites del cerebro y se plasma en el papel.
En Ernst todo es opulento, hermoso y no tiene límites. Rostros que se pueden superponer, unos encima de otros, sin un orden estricto, ni proporciones. Algo de esto leeremos en el epílogo, donde se discuten las teorías de Freud, que aparecen por todas partes en los collages. También hay espacio para que podamos entender cómo el artista producía y fabricaba estos collages, usando diferentes materiales, un proceso artesanal y pocas veces imitado, realmente curioso.
Novelas de imágenes ¿o fotonovelas? El autor lo dijo en su momento, se resistió siempre a que su obra fuera encasillada dentro de algún "género" de la literatura. Lo que está claro es que, por ejemplo, veremos en estas páginas mujeres aladas, hombres con cabezas de aves, mezclados con teorías del psicoanálisis, como la del complejo de Edipo. Fanatismo religioso, sexualidad infantil y fantasías morbosas, que nos hacen entender que estamos frente a una obra artística elevada, es un autor que no se guarda nada.
Y es un autor que además agradezco que, con gran acierto, haya editado Atalanta. Otra sorpresa más, otra joya para la biblioteca de parte de quienes nos tienen acostumbrados, siempre, a la literatura y arte más excelsos.
Violeta Lila
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Comentario de los lectores:
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