Todos iremos al paraíso

Opinión:

Sin el prólogo, la novela quizá resultaría emocionante. Quizá no se trataba del objetivo primordial, mas hubiera estado de agradecer que las primeras páginas, narradas por un narrador omnisciente que se dirige a la narradora de la novela (Paz), no hubiesen aparecido, o que al menos no hubieran puesto al descubierto tres cuartos de la novela. En efecto, el prólogo, de escasas cinco páginas, pone en relieve gran parte de la línea argumental. Se reitera aquí que no se trataría del objetivo primordial, pero al tratarse de un thriller esto mata al lector. La obra en sí intenta responder a los porqués de ciertas acciones del azar y la respuesta del ser humano ante ellas, por lo general errónea, a la vez que busca exculpar a una asesina que se mueve entre la mala suerte y la compasión y la decisión abrupta y espontánea. Para un lector que busque un thriller que lo encandile y lo mantenga en vilo, "Todos iremos al paraíso" no es una buena opción. Su final, además, es flojo, especialmente porque no parece existir emoción alguna, como todo muy plano.

La idea es muy buena. Empero, podría haberse desarrollado el tema mucho más, aprovechando la narración en primera persona. La personaje principal, Paz, se muestra bastante plana y poco creíble. Demasiado fría y calculadora para alguien que quiere lo mejor para sus hijos y que nunca se ha metido en embrollos. En una situación así, donde el azar trae tal mala suerte que la vida se trastoca radicalmente, los pensamientos podrían ser más bizarros, confusos, hasta cierto punto histéricos. Pero el hecho de que la protagonista se muestre bastante plana provoca que la obra pierda credibilidad y, sobre todo, emoción. No acaba de conectar con el lector. Cual quien cuenta un cuento chino, que se presumía irreal y rebozado de monstruos para decorarlo. El autor podría haber aprovechado el juicio en sí para extenderlo, explayarlo y así convertir a Paz en una figura compasiva, digna de ser perdonada. En un thriller, si no hay conexión con los personajes o no termina de activar la curiosidad, pierde su brillo.

A tramos la novela resulta hilarante, por la absurdidad de ciertas situaciones, precisamente por todas esas acciones azarosas. El autor podría haber aprovechado esta circunstancia para caracterizar la novela como una obra "ridícula" para tratar todos esos temas como el perdón, la descolocación del ser humano ante lo inesperado o el aferramiento a la vida cuando se tiene la sensación de respirar por última vez.

No se habla de aquí de una obra inútil. Se habla aquí de una obra que podría haberse explotado más, explorado más, "literaturizado" más. El lenguaje es fluido y rápido: su lectura es bastante rápida. No abusa de repeticiones ni ahonda mucho en pensamientos profundos. Como novela ligera, se lee de un tirón.

Cristià Serrano