Todas las ventanas

Opinión:

Un inmueble en la Cuesta de las Descargas con 15 balcones en su fachada y 6 vecinas: 1ªA, Beatriz, abogada mercantil y aspirante a escritora; 1ºB, Amelia, recién mudada, periodista sin trabajo por recorte de gastos en el periódico donde trabaja, y a punto de empezar una relación a distancia con su novio Gonzalo; 2ªA, Mónica, la última inquilina en añadirse al bloque, programadora y actriz de teatro en una compañía de aficionados y dándose un tiempo con su novio; 2ºB, Ana María, separada y con una hija adolescente que se queda con ella en los periodos que le toca según la custodia; 3ºA, Isabel, propietaria del piso donde vive Amalia y abogada laboralista; 3ºB, Agustina, 85 años, viuda de Emilio y con la certeza de que va a morir ese mismo año (la acción empieza a transcurrir en agosto); está cansada de estar sola.

Un bloque de pisos que, por circunstancias las de todas ellas sentimentales, está habitado solo por mujeres. Amelia será la que llevará el peso de la narración; su vida, que parece frenarse en seco cuando recibe su carta de despido y su novio se va a trabajar fuera de España, se propone hacer algo con aquellas 5 mujeres. ¿El qué? y ¿Por qué? La primera pregunta da lugar a las dos tramas principales: 1) ayudar a Agustina a recuperar su casa la cual había malvendido, con un divertido plan orquestado entre todas; 2) grabar una tertulia de vecinas hablando de "cosas que nos pesan en la cabeza y que por mucho que hagamos por ignorarlas, no hay forma de que desaparezcan" (sí, en 1ª persona del plural, "nosotras", difícilmente no sentirse identificada). Pero, quizá lo importante es el ¿por qué? Porque todas ellas están y se sienten solas; una excusa para tener alguien con quien hablar.

Así, entre encuentros en los descansillos, en la azotea tendiendo la ropa, las charlas en el balcón, y la tertulia que incluso llegará a profesionalizarse, irán abriéndonos sus vidas, y hablando de: el comienzo de las relaciones cuando ese tiempo era tan perfecto; y de esas mismas relaciones que se van enfriando con el tiempo sin saber por qué y sin que haya culpables; de los grandes silencios que se dan; de esas preguntas que nunca fueron contestadas y vuelven de repente siendo difícil ignorarlas; de ese "siempre lloramos por quién no se lo merece"; del miedo a no ser suficiente; de las personas y cosas que pasan y queremos que se queden, pero no lo hacen; de las eternas esperas sin saber bien qué esperamos, etc. En definitiva, de esas cosas de las que Agustina, por su edad, ya conocía la respuesta y repetimos de generación en generación, cayendo en la misma trampa. Quizá no haya nada que esperar y en algún momento tenemos que darnos cuenta de ello. 

Entre reflexiones y con un estilo ágil y fácil de leer conoceremos el progreso de Amelia en su búsqueda de trabajo y de su relación con Gonzalo; la historia de Beatriz y su novio Sergio; la de Agustina, quién ha visto una vida pasar desde que llegó a Madrid de su Béjar natal con 20 años; y la del resto de mujeres que irán desbrozando sus historias y sus nudos mentales hasta llegar a un desenlace un poco esperpéntico dejando, en cierta manera, un poso melancólico. Historias de comienzos y finales y de, inevitablemente, esperas, aunque: "Esperando, el tiempo no avanza, no va a ninguna parte. Pero la espera te pone algo en el horizonte. Si no esperas nada, ¿qué es lo que queda? Todos esperamos algo."

Belén Flores