Terror

Opinión:

Esta es una magnífica obra, porque además de estar bien escrita, nos somete a uno de los dilemas morales más típicos de esta sociedad tan condicionada por el miedo a los ataques terroristas, el peliagudo asunto de la proporcionalidad en la acción preventiva y de respuesta a sus amenazas, riesgos y daños.

A menudo, cuando se somete a miles de millones de personas a los controles aeroportuarios, se interceptan millones de correos o comunicaciones telefónicas, o las ciudades se pueblan de cámaras que graban a todos los ciudadanos, en muchos casos hasta con reconocimiento facial, siempre se justifica con el argumento de evitar unas acciones terroristas que en cualquier caso afecta, trágica y lamentablemente, a pocas personas, en una desigualdad estadística que se acepta por todo el mundo acríticamente. Este libro plantea un dilema de esas características, ¿es legítimo matar a un conjunto de personas para evitar la muerte de un número mayor? ¿Es más importante la vida de 70.000 personas que la de 140, aunque en estas últimas haya niños pequeños? ¿Una vida compensa otra? ¿Quién puede tomar esa decisión? En este sentido, ¿existe el mal menor cuando se trata de la vida de personas? ¿Las personas pueden creerse dioses impasibles que deciden sobre la vida humana?

Von Shirach, con su habitual calidad literaria reforzada con su vasto conocimiento como abogado criminalista, nos sumerge en un juicio en el que el acusado, la fiscalía, las defensas, inclusos los testigos, forman parte de ese dilema tan endiablado, empujándonos al límite, provocándonos con una situación que no admite una respuesta fácil. La dignidad del ser humano, el derecho a la vida, el poder del Estado o de uno de sus funcionarios con la capacidad técnica de apretar un gatillo o simplemente accionar un joystock, la certeza de un mal más o menos evitable, la sensación de guerras infinitas y ubicuas, componen algunos de los elementos de esta extraordinaria obra. Junto con cuestiones tan apasionantes como las estrechas limitaciones de las normas legales para contemplar situaciones extraordinarias, esas que gestionan con dificultad la fina línea que separa la moral pública del estricto y literal sentido de una ley.

Este libro tiene además una vertiente pedagógica ciudadana, porque nos plantea cuestiones que nos afectan como parte de una sociedad que pacta sus reglas de convivencia, y que por tanto ha de tener resueltos los procedimientos de solución de conflictos. Porque esos procedimientos no son neutros, inocentes, sino que obedecen a una manera determinada de delegar el poder, de atribuir la capacidad de decidir sobre la vida e incluso a veces la muerte de las personas. Y en esos mecanismos institucionalizados, el papel de la justicia es un factor crítico, a menudo dependiente de un determinado "juego" técnico que condiciona sus efectos.

Sin duda es oportuna la cita del autor de aquel ciudadano romano, Carnéades, que pronunció dos discursos legales en días consecutivos sosteniendo una posición contradictoria, de manera tan eficaz que sumió al público en una radical perplejidad que permitió a este orador concluir que la verdad no es sólo una cuestión de argumentos. Como señala el escritor, a menudo el problema ya no es verificar unos hechos, sino su interpretación. Máxime porque vivimos en una sociedad retransmitida en tiempo real, pero sometida a poderosos filtros que condicionan la forma de interpretar los acontecimientos. Habitamos en una realidad dominada por "eventos", que dependen de su interpretación, lo que plantea apasionantes disquisiciones morales como la que plantea este autor con su obra. ¿Tuvo razón el soldado al derribar el avión lleno de personas inocentes para evitar una matanza de miles de personas en un estadio? Lean el libro y sorpréndanse con su inesperado final, les dará mucho que pensar.

Un libro tan necesario, como brillante y oportuno.

Jorge Riet