Sherlock, Lupin y yo, 5. El castillo de hielo

Opinión:

Estamos ante el quinto libro de la serie Sherlock, Lupin y yo escrito, supuestamente por Irene Adler, seudónimo utilizado por los autores P. D. Baccalario, creador de la serie "Ulisses Moore", director de este proyecto, y Alessandro Gatti, el autor propiamente dicho. Cada capítulo se inicia con una ligera ilustracion realizada por Iacopo Bruno.

Además, en este caso, entre los datos de la historia aparece que la misma está desarrollada a partir de la correspondencia de Irene Adler. Una aportación que persigue dar más énfasis a la historia, pero que puede dar lugar a equívocos con nuestros jóvenes lectores, ya que pueden creer que se trata de personajes que salen fuera de lo literario. Aunque para eso estamos los padres, claro.

En esta ocasión, Irene tiene que hacer frente a sus sentimientos de rabia por tantos años de mentiras al lado de su familia adoptiva, y de frustración porque su madre verdadera no parece dispuesta a contarle todo sobre su vida, ya que puede ser demasiado peligroso. Así la joven recurre a la fuerte amistad que la une a Lupin y a Sherlock, único bastión que permanece inalterable en su vida y que le sirve de apoyo para afrontar los duros momentos por los que está pasando.

Pero como no podía ser de otra forma, cuando estos tres amigos se reúnen siempre acaba sucediendo algo. En este caso, la historia, o el misterio, tiene lugar antes de que los muchachos se junten, ya que el mismo comienza con unas extrañas iluminaciones que Irene ve en el famoso "Castillo de hielo". Ante la idea de que se trate de contrabandistas, los amigos se dirigen allí pero son recibidos a tiros.

Impresionados, los jóvenes saben que algo turbio se esconde en ese lugar y deciden averiguar de qué se trata.

Así comienza una nueva investigación en la que se encontrarán con nobles, médiums, suplantaciones de identidad. Eso sí, nuestros amigos experimentarán, de manera muy directa, que las apariencias muchas veces engañan y que no se debe enjuiciar a nadie sin tener suficientes pruebas para ello.

Mila L. Castelo