sedas de francia

Opinión:

Sandra Brown es una escritora sobradamente conocida, autora de más de setenta libros de género romántico y de suspense. En nuestro país, lamentablemente, no están publicados todos sus títulos y algunos lo fueron hace ya tanto tiempo, que resulta casi imposible conseguir un ejemplar, ni siquiera de segunda mano. Ediciones B y su grupo Zeta han decidido reeditar al fin algunas de sus novelas más conocidas, entre ellas Sedas de Francia.
 
En esta novela destaca especialmente el papel de los predicadores televisivos como formadores de opinión. Uno de ellos ha sido asesinado y su viuda no dudará en ponerse al frente de su congregación para continuar la labor de su esposo. Una parte importante de ésta consiste en amenazar a las revistas que ellos consideran pornográficas, con objeto de conseguir una sociedad más “limpia”. Una de esas revistas es el catálogo de lencería de una empresa cuya dueña es la protagonista de la novela.
 
Resulta escalofriante el nivel al que pueden llegar los fanáticos de cualquier índole cuando se convierten en cruzados de alguna causa. Y lo hipócritas también que pueden llegar a ser, bastiones de una moralidad que están muy lejos de aplicar en sus propias vidas, y cuyo único y verdadero propósito es llenarse los bolsillos a costa de los crédulos y los ignorantes. Ese mundillo, tan desarrollado en Estados Unidos, es el que queda reflejado en este libro, especialmente su vertiente más sórdida.
 
Esa crítica social es sin duda la parte más interesante del libro. La manipulación de los medios y las personas al servicio de una causa es lo más destacable.
 
Los protagonistas, por otro lado, no terminan de convencer. Claire, la principal sospechosa del asesinato del predicador y dueña de la empresa de lencería que antes comentaba, mantiene una actitud durante toda la trama que no acaba de cuadrar. Es cierto que está tratando de proteger a su familia y su negocio, pero lo único que se le ocurre para hacerlo es soltar mentira tras mentira ante un fiscal al que tiene encandilado y que va perdiendo la paciencia. Nunca del todo, cierto, porque la autora juega con esa atracción que siente por ella y le perdona casi cualquier cosa. Cuando su mentira es descubierta, siempre suelta el tan manido “puedo explicártelo”, para soltar otra trola aún mayor o para ocultar información pertinente... y vuelta a empezar una vez su nueva versión se revela falsa.
 
Esa actitud no termina de convencer al lector, que puede comprender la primera mentira, tal vez incluso la segunda, pero que al final se rebela contra un comportamiento poco menos que paranoico, por muy justificado que esté.
 
De todos modos la novela tiene su garra. Sandra Brown sabe manejar una historia y sabe encuadrarla y, sobre todo, conoce el arte de dosificar la información y de mantener el suspense durante toda la trama. Así es que, aunque algunas cosas no cuadren o no convenzan, no importa. No vamos a poder abandonar la lectura hasta el final. 
  
Pilar Alonso Márquez