Sarna con gusto. Refranes, canciones y rastros de sangre I

Opinión:

Pocas veces un título de una saga resume tan bien el contenido de un libro. "Refranes, canciones y rastros de sangre" da lo que promete al lector: en efecto, en el libro hay muchos refranes, muchas canciones y al final, unos cuantos rastros de sangre. Poco más. No llego a entender muy bien la coletilla que ya viene siendo habitual en el género negro/policíaco/detectivesco, etcétera, más comercial que otra cosa, de intentar destacar el estilo del escritor de turno como algo propio y único. El "género Gellida" no tiene nada de especial, nada que rompa el paradigma literario del género en que se enmarca, que suponga un avance en la literatura contemporánea. Vuelve a utilizar como protagonista a Ramiro Sancho, inspector que aparece en sus anteriores novelas y, me temo, seguirá apareciendo en las sucesivas. Los clichés más típicos del género son puestos sobre la mesa sin ninguna piedad: frases tópicas y típicas por parte de los protagonistas, giros en la trama que se esperan, tramas sobrepuestas, etcétera.

A pesar de todo ello, no sé cómo, el libro llega a enganchar pasadas las primeras cien páginas. Una de las mayores gracias que el autor encuentra es poner de pelirrojo al inspector Ramiro Sancho. En fin. Con todo, vamos a por la trama: Ramiro Sancho vuelve a Valladolid para investigar un caso de posible secuestro; la hija de un importante político de la ciudad pucelana ha desaparecido. Todo apunta a un secuestro, pero ¿qué van a pedir a cambio? ¿Dinero, influencias? Se investiga a los posibles conocidos del padre, incluso del abuelo, importante empresario de la ciudad, quien pudiera haberse granjeado enemistades en los últimos años.

Entre medias, unos centroeuropeos conspiran contra no se sabe muy bien qué o quién, pero está relacionado con los masones y las sectas. Esta trama, muy astutamente colocada, no termina de desarrollarse en este libro, que será el tema principal para el siguiente de la saga, como se deja entrever en sus últimas páginas.

Sin querer desvelar el final del libro, que es donde realmente hay una tensión fuerte, el libro atrapa al lector, consigue, mediante la fluidez de los diálogos y el movimiento espacial. Nada mal para pasar un rato ligeramente desagradable.

Antonio Sanz Egea