sangre y honor

Opinión:

Ha habido, si no cuento mal, dieciocho duques de Alba en la historia de España, pero cuando se habla del Duque de Alba, y no estamos leyendo revistas del corazón, inevitablemente todos pensamos en Fernando Álvarez de Toledo, aunque ignoremos su nombre completo. También nos viene siempre una imagen, la sombría mirada del famoso retrato que le hizo Tiziano al Duque, vistiendo su reluciente armadura. Duque de Alba sólo hay uno; por fortuna, dirían muchos. Y piensan en Flandes y su tristemente célebre represión de los protestantes y calvinistas. Nadie se acuerda, por otra parte, de la represión de los católicos llevada a cabo por Isabel I de Inglaterra, que fue semejante en cuanto a número; ni de la matanza de la noche de San Bartolomé en Francia, provocada por la terrible Catalina de Médicis, que también tenía una fama de malvada, ganada a pulso. El dicho “crea buena fama y échate a dormir” se suele cumplir, tanto la buena como la mala fama.

El Duque de Hierro, el Gran Duque, el Duque de Alba por antonomasia, fue uno de los más importantes generales del ejército español, los famosos Tercios que sembraban el terror dondequiera que presentasen batalla; y lo sembraban porque eran aplastantes, en terreno llano. Sus picas formaban un erizo defensivo que rechazaba cualquier intento de agresión, los comandase el Duque o Don Juan de Austria. “Soldado por elección, cortesano, diplomático y manipulador político por necesidad, (…) mezcla de rígido fanatismo, agudeza política y contundente sentido común” según el historiador norteamericano W.S. Maltby“Como general, Alba se distinguió por su sagacidad, por su economía de medios, por saber siempre ubicarse en la posición más favorable mientras conducía a su enemigo a la menos ventajosa. Puede que no llevara a cabo grandes batallas campales al estilo de Austerlitz, pero es que precisamente evitaba estos enfrentamientos con alto costo en vidas. Fue el verdadero iniciador del ejército moderno basado en la organización, la disciplina y la preparación logística.”

Según un artículo de Luis Ribot, Alba, como Felipe II, ha sido víctima de ese gran éxito propagandístico que es la Leyenda Negra. Ésta es anterior a la traición del bellaco Antonio Pérez, pues estando Alba de camino a Flandes ya encontramos propaganda antiespañola.

En cuanto a la estructura de la novela, creo que el patrón seguido por el autor es el del ensayo histórico o la biografía histórica novelada, pero fuertemente escorada hacia la parte ensayística o incluso periodística. Ciertamente, tiene algunos elementos de ficción, los correspondientes a las intrigas y a las conversaciones entre ambos amigos, pero domina el aspecto de relato periodístico de los hechos, marcando una gran distancia entre lector y tema. Solamente hay una parte en la que el lector –al menos, lo ha sido en mi caso- se puede implicar emocionalmente, y es la de la investigación llevada a cabo por Álvaro para tratar de devolver el favor del Rey a su amigo el Duque, cuando el asunto de Escobedo y D. Juan de Austria, con Antonio Pérez entre las sombras.
 
Interesante obra, de todas formas, que trata de salvar al Duque de la leyenda negra, mostrándonos las otras caras de la moneda, aunque siempre desde una perspectiva quizás demasiado “limpia”, la del narrador. Probablemente, para implicar al lector contemporáneo, pero en mi opinión, le distancia en exceso. Correctamente escrita, aunque no haya querido usar un lenguaje aproximado al de la época, lo que le hubiera dado un tono más literario probablemente, pero muy ilustrativa de un mundo que muestra el esplendor de los imperios, y  a la vez nos hace ver sus gravísimos problemas internos.

La edición de La esfera tiene muy buena presentación, pero, como siempre, le hubiera hecho falta algún mapa, y, quizás, un epílogo que ilustre la posición del autor; no imprescindible, pero aconsejable. 
  
Ariodante
Julio 2010