Anika entre libros

Riña de gatos, Madrid 1936

Ficha realizada por: Saray Schaetzler
Riña de gatos, Madrid 1936

Título: Riña de gatos, Madrid 1936
Título Original: (Riña de gatos, Madrid 1936, 2010)
Autor: Eduardo Mendoza
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos


Copyright:

© Eduardo Mendoza 2010
© Editorial Planeta 2010

Edición: 1ª Edición, Noviembre 2010
ISBN: 9788408097259
Tapa: Dura
Etiquetas: España misterio historia de España intriga tensión libros premiados literatura española posguerra suspense ficción histórica histórica cameos personajes reales humor
Nº de páginas: 427

Argumento:


Un entendido en arte español llamado Anthony Whitelands es requerido por el marchante anglo-español Pedro Teacher, que le ofrece viajar a Madrid en la época inmediata a la Guerra Civil española, con la finalidad de autentificar un cuadro propiedad de un noble. A partir del primer minuto de estancia del protagonista en España, se despliega un abanico de personajes que simulan forma parte de la misma danza, en donde las intrigas, los tópicos culturales de un país de toreros y truhanes, y otro de lores y fair-play, se entremezclan, dando lugar a escenas muy graciosas, a la par que surrealistas.
 
Aparecen en escena personajes reales tales como Manuel Azaña, Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Sánchez Mazas, Niceto Alcalá Zamora. Y por si lo anterior parece poco, la historia se enreda aún más con las pinceladas de amor y desamor que se desarrollan a la par.
 
El resultado final de "Riña de Gatos, Madrid 1936" da paso a una nueva referencia histórica en nuestras bibliotecas, amena en su lectura.

Premio Planeta 2010

 

Opinión:


Teniendo en cuenta que hablamos de las semanas inmediatas a la Guerra Civil española, es interesante el transcurso lineal en el que se mueven las escenas de la obra, y es esta una razón de peso para constatar que aún no todo está escrito al respecto.
 
El título hace referencia a los gatos. ¿Qué razón de ser tiene que estos felinos formen parte del enunciado? Pregunta lógica que se harán muchos lectores ya desde el arranque de la obra. Pues bien, esta parte de título tiene su explicación, puesto que ya desde la Edad Media se denominaba gatos a los madrileños, y en la novela la crisis existente entre diferentes ideologías políticas constata ese ánimo de pelea y malestar.
 
Eduardo Mendoza, que en sus últimas novelas nos tenía acostumbrados a un tono humorístico en general, cambia de registro, quizás por la seriedad de la situación, pero no deja a la obra huérfana de la mordacidad habitual en él (recomiendo no perderse La aventura del Tocador de señoras, para mi gusto una de sus narraciones más divertidas).
 
La novela está rigurosamente documentada, y para ello Eduardo Mendoza se ha servido de entremezclar personajes reales de la época con los personajes ficticios dentro de la misma obra. Así, no nos debe sorprender que nos encontremos algunos párrafos extraídos de discursos verdaderos del excelente orador que fue el político Manuel Azaña (discursos que conservan su vigencia en la actualidad).
 
El buen hacer de Whitelands nos permite ser testigos de momentos trascendentales de un modo neutral, como él pretende serlo a su vez en este relato, aunque no termina de entender a estos españoles, a los que considera de una moral menos estrecha que la suya, y de trato más cercano que sus compatriotas.

Eduardo Mendoza consigue introducir la mayor parte de las notas humorísticas de esta obra gracias a la personalidad de Whitelands, personaje al que caracteriza con algunos de los tópicos con los que solemos señalar a los ingleses. Este sujeto, que sabemos está motivado a realizar este viaje a Madrid por escapar de la rutina con la que se siente aprisionado en Inglaterra, se ve involucrado en medio de las intrigas políticas que se suceden en cadena. E n todo momento logra conservar la ecuanimidad y trata de no inmiscuirse en los enredos ajenos, sino que permanece como mero observador de las circunstancias, que tampoco parece entender, y todo ello a pesar de su clara tendencia a la bebida.
 
Si atendemos al aspecto más romántico, el personaje es en definitiva un vividor, un truhán de buenos modales que sabe cómo salir de las circunstancias gracias al encanto que produce en las mujeres con las que se va cruzando.
 
Agradezco que Eduardo Mendoza no se haya dejado llevar por un tono demasiado solemne en el que podría haber caído con facilidad, dado el trasfondo histórico por el que caminan los personajes. Sin moverme del sitio he paseado por  ese escenario madrileño de serenos, y tascas pintorescas, así como también he disfrutado del backstage, la parte trasera del escenario donde se manejan los hilos, al ser testigo de momentos cruciales que podrían haber sucedido perfectamente.

Si bien me gustan las referencias a Velásquez y su pintura dentro de la novela, he de confesar que me ha resultado un poco pesada la introducción de descripciones -demasiado largas para mi gusto- en el terreno de la mitología y el arte.
 
Me ha gustado, sin embargo, el modo sencillo de la narración -lo más difícil de conseguir-. 
 
Para alguien que solo conozca retazos de la historia no tan lejana de nuestro país, la lectura de "Riña de Gatos, Madrid 1936" se convierte en una buena referencia que muestra la confusión general y el ambiente de tensión social que existió en los momentos previos a la contienda, en donde la política jugó un papel esencial, a modo de tablero de ajedrez, en donde las ideologías se solaparon junto a los personajes, todos a la espera de que fuera otro quien realizara el movimiento en falso que permitiera activar la siguiente ficha.
 
El tono de suspense se mantiene hasta que la obra concluye y se baja el telón, con Whitelands saliendo apresurado del país, pues ya el olor de la guerra es eminente. 
  
Tras la lectura de esta obra me queda la duda de la dirección que habría tomado la historia de nuestro país, en caso de que las fichas se hubieran movido en otra dirección.

Saray Schaetzler

 

 

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