La infancia del mundo

Opinión:

En ocasiones se habla de las posibilidades que ofrecen las nuevas narrativas -los videojuegos, los cómics y la televisión- para la literatura, y también se ha especulado mucho sobre las posibles infiltraciones de la crisis climática o de las nuevas derivas de la salud pública en el ámbito de la ficción. Michel Nieva, elegido por la revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español, lleva años elaborando un complejo universo de ciencia ficción en el que estas preocupaciones sociales se alumbran desde miradas distópicas, similares a las que Philip K. Dick u Octavia E. Butler definieron para sus mundos de ficción. Lo cierto es que este joven novelista argentino ya había estado ensayando su realidad alternativa en dos primeras novelas, "¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos?" (2013) y "Ascenso y apogeo del Imperio Argentino" (2018), y también había planteado los cimientos de este 'cyberpunk argentino' en un ensayo, "Tecnología y barbarie" (2020) que pronto será reeditado por Anagrama. Entre todas estas obras se aprecian influencias de Kafka, de Cronenberg, de Junji Ito, de la picaresca, del manga y de la propia tradición argentina, influencias que el lector apreciará con claridad en "La infancia del mundo", una complica distopía climática ambientada en Victorica, provincia de La Pampa argentina.

Los insectos gigantes de Junji Ito, sin ir más lejos, parecen ser el punto de partida para esta historia de ciencia ficción. El niño dengue, protagonista de la novela, es un híbrido monstruoso de hombre y mosquito que trata de llevar una vida pacífica y tranquila mientras su madre trabaja día y noche limpiando casas y cuidando niños de familias ricas para poderlo mantener a él. El origen de este personaje es una auténtica incógnita al inicio de la novela: el resto de niños especulan sobre la posible violación de un insecto mutante o sobre terroríficos experimentos científicos. La cuestión es que no es meramente un niño mosquito, sino que es un niño dengue, una potencial arma biológica, un niño mutante portador de un virus que, en caso de despertar sus instintos animales, se convertirá automáticamente en el transmisor deliberado del virus. Quizá aquí conviene hacer un pequeño paréntesis histórico, como los muchos que se permite Nieva a lo largo de la novela, en beneficio de la construcción de su mundo ficcional: los grandes negocios en esta realidad alternativa los llevan a cabo compañías que especulan con epidemias y con virus financieros.

El despertar del niño dengue, o de la niña dengue, o incluso de la mami dengue -porque el personaje evoluciona y muta sin miedos a lo largo de la novela- se produce a raíz de las provocaciones y vejaciones que recibe por parte del Dulce, un niño gordito, adicto a la realidad virtual del videojuego "Cristianos vs. Indios" y colaborador junto a su hermano en un negocio de contrabando. El asesinato del Dulce a manos del niño dengue constituye, pues, el punto de inicio de una aventura distópica en la que jugarán un papel esencial el mencionado videojuego, como realidad alterna, y también unas poderosas piedras telepáticas extraídas de las profundidades antárticas. Estas piedras, más allá de sus poderes sobrenaturales relacionados con el espacio, el tiempo y las dimensiones, esconden la verdad sobre La Gran Anarca, un misterio que ambos personajes persiguen por distintas motivaciones. De esta forma, el periplo que emprende el niño dengue tras su primer asesinato, en busca de nuevas víctimas, es paralelo al trayecto que recorre el Dulce a través del tiempo y del espacio en la realidad virtual del juego, una realidad que tarde o temprano conectará con la de su verdugo.

Me atrevería a decir que "La infancia del mundo" es la novela de ciencia ficción más confusa y original que he leído. Sirviéndose de las preocupaciones más relevantes entre la sociedad contemporánea, Michel Nieva ha construido mediante las herramientas de la ficción una excelente crítica al Antropoceno, un relato distópico con el que ningún lector se mantendrá indiferente. 

Darío Luque