Cuadernos 1957-1972

Opinión:

Son muchas las personas que se sienten más cómodas ignorando las técnicas y la ejecución de un truco de magia. Es comprensible: la belleza reside en la contemplación, en el deleite de la sorpresa, en el enigma. Sin embargo, los más curiosos nos entretenemos tratando de descifrar el cómo y el por qué de todos esos trucos. Con la literatura, si se me permite la analogía, pasa algo parecido: pocos lectores recurren a esos anecdotarios -a veces también diarios o ensayos, tres géneros en estrecha interrelación- que, sin ser manuales ni guías, explican el carácter de un autor, el funcionamiento de su pensamiento y las claves de su escritura. Gracias a la espontaneidad y la brevedad de estos textos, la identidad del escritor fluye a través de las palabras y se manifiesta con mayor claridad ante el escritor. Este es, en efecto, el caso de "Cuadernos. 1957-1972", un volumen de más de mil páginas que funciona como una larga e intensa conversación con el mismísimo Emil Cioran.

Durante quince años, desde la publicación de "La tentación de existir", Emil Cioran recopiló en una serie de cuadernos todas aquellas ocurrencias y reflexiones que le parecían dignas de ser recordadas. En ocasiones eran pequeñas anécdotas de su día a día, como las cartas de jóvenes escritores cautivados por el "Breviario de podredumbre" o las visitas de doctorandos e investigadores de su obra. Otros párrafos, quizás los de más valor desde el punto de vista historiográfico, son aquellos en los que Cioran ofrece breves impresiones de sus encuentros con otros escritores e intelectuales de la época, como Paul Celan o Samuel Beckett. También Jean-Paul Sartre aparece en repetidas ocasiones, pese a ser uno de los sujetos más denostados por Cioran.

En cualquier caso, de entre las muchas lecturas que posibilita este libro, la opción de leerlo como un diario pierde interés si se compara con los muchos párrafos que, a modo de píldoras hermenéuticas, demuestran las grandes capacidades de Emil Cioran como crítico literario. Su interés por autores judíos ofrece a lo largo del libro numerosas lecturas, consideraciones y retratos de Simone Weil, Franz Kafka y Edith Stein; su devoción por la escuela del escepticismo le hace recordar constantemente a Marco Aurelio y a Pirrón; y su amor por los tiempos clásicos nos ofrece auténticas revelaciones en sus lecturas de Dante, de Baudelaire o de los místicos españoles. De hecho, Cioran aprovechó el espacio privado que le ofrecían estos cuadernos para debatir con muchos autores (entre ellos Heidegger y Sartre) y para rebatirlos sin arriesgarse a ser rebatido él mismo.

Más allá del biografismo y de la crítica literaria, un último modo de lectura convierte a los "Cuadernos. 1957-1972" en una obra de consulta obligada para cualquier interesado en Emil Cioran. Y es que muchos de estos breves textos muestran al verdadero Cioran, no al que se esconde tras la pose pesimista de muchos de sus libros; no, aquí aparece el Cioran crítico y mordaz (su ensañamiento contra Valéry es inolvidable), pero también asustado de un mundo que le resulta demasiado difícil y en el que no sabe hacerse comprender. Entre libros y anécdotas, estos cuadernos revelan también las manías, los miedos, las vergüenzas y los orgullos de una de las figuras más incomprendidas de la filosofía contemporánea.

Darío Luque