La mujer que no bajó del avión

Opinión:

Constantemente hemos de tomar decisiones, elegir uno u otro camino, y en esta novela nos hacen cómplices de este "ensayo y error" de la vida de varios de los personajes; es una lectura llena de matices y de colores, como el protagonista, que es capaz de darnos el color exacto a todo, incluso a las emociones.

Un relato dentro de otro, como ese laberinto de caminos cruzados que es la vida en sí, donde todo es y todo puede ser, se imbrican las existencias a corto y largo plazo de todos los personajes, como si de una red vital se tratase. Sólidos, bien perfilados, en constante avance en la irremisible cotidianeidad en la que están sumergidos, parecen depositar unos en otros la posibilidad de un giro en sus pasos, pero los dados están echados ya y no hay vuelta atrás. Aunque al abúlico y experto en colores, Alejandro, nuestro protagonista, puede que aún le quede una oportunidad.

En una Barcelona urbanita y llena de encanto, a pesar de la rutina gris de los días, los personajes entrelazan sus vidas a veces sin siquiera saberlo, la vida que va y viene, el anhelo de un cambio positivo, una verdad que nunca se pronuncia y una mentira que tiene la mala virtud -si es que existen malas virtudes-, de desencadenar una sucesión de acontecimientos que tornan la vista al pasado, un diario naranja donde todo está escrito y una muerte que parece una macabra broma, pero solo es la resolución a un conflicto interior que se convierte en la hiel de los días, horas y minutos de la mujer que no bajó del avión.

En este sentido nos movemos cautelosamente por el ámbito de las emociones y de los recuerdos, parece escrita bajo la influencia de una tragedia griega, donde a todo error se enmienda con la muerte, cada mal paso, mentira o traición. La muerte ronda corazones, memorias y sentidos.

Y sin embargo, para Alejandro, esta muerte le lleva a la vida, a buscar dentro de sí la fuerza para hacer algo más con su existencia gris marengo, como diría él, que siempre le pone "apellido" a los colores, para cambiar el rumbo de su camino, para re-encantarse con lo cotidiano, con el trabajo, con las personas, para sacar fuera su propio color.

En esta novela se percibe con fuerza esta necesidad redención y vuelta a empezar. Algunos caminos se detienen justo cuando empiezan a dibujarse los de otros, como una red de intenciones y deseos, una trama en espiral que cobra sentido una madrugada, cuando una maleta solitaria da vueltas y vueltas en la cinta sin fin en el aeropuerto de El Prat. 

Carol Inabé Barba