Queridos niños

Opinión:

Por el motivo que sea, a nadie le resulta cómodo escribir sobre política en España. Los pocos precedentes que se me ocurren comparten siempre la misma metodología: críticas certeras mediante pasajes ambiguos, subterfugios, representaciones veladas de políticos reales o, como mucho, novelas políticas circunscritas a un ámbito local o a un tiempo pasado. La política actual, la que vivimos en nuestro día a día y vemos continuamente en la televisión y en redes sociales, parece no haber captado el interés de nuestros novelistas para ser traspuesta al plano de la ficción. Por eso sorprende la publicación de una novela como "Queridos niños", una ambiciosa sátira de la política española que toma como argumento la participación de un periodista obeso, Basilio, en la campaña electoral de un partido conservador.

Quienes conozcan previamente la obra narrativa de David Trueba ya habrán intuido por qué caminos morales transita en esta ocasión: el narrador, Basilio, es un periodista de estilo mordaz con la capacidad para satirizar y hacer burla de todo lo que le rodea, incluso de sí mismo. Ya en las primeras páginas se describe como un hombre obeso, retirado de la vida funcional y amparado en sus lujos mundanos. Sus amigos lo llaman, con mordacidad, 'El Hipopótamo', y él presume de tal apelativo porque realmente disfruta de la calma y la docilidad, aun siendo consciente de esconder un lado feroz para cuando sea necesario. Este carácter ambivalente es lo que llama la atención de Amelia Tomás, candidata a la presidencia del Gobierno por parte de un partido conservador. Sin apenas pensarlo, Basilio acepta el trabajo que ella le ofrece para convertirse en el encargado de escribir sus discursos a lo largo de la campaña electoral.

La novela se abre, por lo tanto, en la presentación del cartel electoral ante la prensa, en Zaragoza, donde también se desvelará el lema de la campaña, "La mujer que necesitas". Tras esa apertura en la que quedan perfectamente dibujados todos los personajes de la novela, asistimos a la gira electoral que la candidata y su equipo llevan a cabo por toda España a lo largo de tres semanas. En algo más de cuatrocientas páginas asistimos a un trepidante viaje que se inicia en Teruel, en casa de los padres de la candidata, y termina en Madrid, la víspera de las elecciones. Por el camino, el autobús electoral recorre todo el país con un equipo empeñado en sacar todo el rédito político a las diversas situaciones que angustian a los habitantes de cada ciudad: desde barrios afectados por aluminosis hasta zonas costeras afectadas por la crisis del turismo, o un accidente ferroviario en Lugo. Asistimos no sólo a los diversos mítines de la candidata, con sus discursos escrito por su sagaz ayudante, sino también a los debates electorales en televisión y a los problemas que surgen en plena campaña cuando los rivales convierten en noticia ciertos datos personales de la vida de los políticos.

No en vano, y pese a pertenecer al partido conservador que Basilio bautiza magistralmente como 'Los Cuervos', el principal juego narrativo de "Queridos niños" se articula mediante el contraste entre el narrador y la candidata. Basilio viene del mundo del periodismo, pero ha sabido hacer contactos y manipular a la gente, hasta el punto de llevar una vida plena de lujos y sin preocupaciones. En cambio, Amelia era una discreta profesora universitaria de historia contemporánea hasta que le ofrecieron el cargo de ministra de Cultura en la anterior legislatura. Tras los escándalos que vivió su partido debido a la corrupción, los peces gordos decidieron poner como cabeza visible del grupo a Amelia, pues era el perfil más discreto, pero también el menos profesional en el ámbito de la política y, por consiguiente, el más desconocido. Frente a la altivez y al cinismo de Basilio, capaz de infantilizar a los votantes y ridiculizar a sus oponentes, Amelia pretende ganar sin trucos sucios y de buena fe.

Si algo se le puede criticar a esta última novela de David Trueba es la falta de argumento, pues a lo largo de "Queridos niños" hay pequeñas escenas con gran potencial narrativo, pero que carecen de continuidad, quedando relegadas a meras anécdotas electorales. Por suerte, uno está tan entretenido riendo a carcajadas con cada página de la novela, que al final se olvida de esa ausencia de acción que, en último término, lastra someramente el relato principal.

"Queridos niños" es la sátira política perfecta: sin incurrir en partidismos innecesarios, ofrece un conjunto de personajes y anécdotas tan hilarantes que el lector no podrá evitar pasárselo en grande en compañía del mordaz Basilio y su candidata.

Darío Luque