persiguiendo ángeles

Opinión:

La primera novela de Alberto Díaz (Barcelona, 1975) resulta difícil de describir, sobre todo porque parte de las elucidaciones en primera persona de un protagonista cuyo estado de ánimo se encuentra en los momentos más bajos. Se trata de una obra extraña y muy personal, un texto oscuro y fascinante, con un ritmo muy marcado a través de frases teñidas de ironía e ingenio y escupidas como puñetazos. Políticamente incorrecta y original en su estructura, el autor no escatima en escenas desagradables o momentos incómodos, siempre sin perder el sentido del humor (negrísimo, eso sí).
 
Aunque podamos encontrar cierta influencia en el estilo directo y cínico de Chuck Palahniuk y en menor medida en la poesía ebria de Bukowski o en la prosa narcótica de Burroughs, “Persiguiendo ángeles” no se parece a nada que haya leído antes. No se trata de una novela de acción, no dispone de un argumento que pudiera llevarse al cine (al menos al cine convencional), ni contiene una estructura de diálogos al uso. Consta de un personaje principal que monopoliza la historia a través de su enfermizo flujo de conciencia, y unos secundarios que existen para justificarle. Y sin embargo, una vez que el lector se acostumbre a este estilo tan particular, plagado de repeticiones hasta la obsesión, de frases impregnadas de mala baba y un peculiar sentido del humor, una vez que comience a darle sentido a este caos que supone una especie de oda a la oscuridad humana, la soledad y el desamor, no le resultará nada difícil identificarse con el protagonista, y sobre todo, disfrutar con la experiencia. Al fin y al cabo, es lo que hace el protagonista al “fotografiar ángeles”: constatar, aunque parezca increíble, que hay personas mucho peor que nosotros, algo que nos hace sentir mucho mejor.
 
Conocido en la prensa musical española por sus entrevistas y artículos de publicaciones rockeras tan importantes como Popular 1 o Ruta66, Alberto Díaz sorprende en esta primera novela con una apuesta arriesgada y decididamente personal. Se trata de una obra con voz propia, con mucha fuerza y nada comercial, en la que las piezas acaban encajando a pesar del caos reinante, que te atrapa desde la primera línea sin dejar de sentir una cierta sensación de incomodidad o desasosiego. Como quien siente vértigo y no puede dejar de mirar hacia abajo, o como quien no puede retirar la mirada ante una imagen desagradable o grotesca, “Persiguiendo ángeles” resulta tan adictiva como el peor de los vicios. Es cierto que al principio el autor no nos lo pondrá fácil, pero una vez que aceptemos el reto, permaneceremos pegados a sus páginas hasta el final. Se trata pues de toda una experiencia no apta para estómagos delicados ni almas sensibles, y extremadamente divertida para todos los demás.
 
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Jorge Borondo