Para morir siempre hay tiempo

Opinión:

Está claro que las tramas de novela negra, aun teniendo muchos puntos en común, toman forma con una inagotable fuente de inspiración, siendo cada vez más gratificante descubrir a nuevos autores y dejarse llevar por buenos ratos de entretenimiento.

Como es el caso de esta novela, que arranca con una serie de infortunios para Julia, su protagonista, con la que nos queda claro la máxima de que si algo va mal seguro que puede ir peor, que si no te importa tu autodestrucción tampoco le haces ascos a meterte donde no te llaman y pretender convertirte en investigadora o kamikaze.

Julia es adrenalina en estado puro, una bomba de relojería a punto de estallar pero cuyas manecillas siguen en movimiento, alargando el momento; con una suerte de personajes a su alrededor dispuestos a que no explosione.

El ritmo de cuanto acontece va en aumento. A la adversidad del accidente se le une el robo del coche y la documentación, y víctima de su desesperación roba un bolso, con la mala fortuna de que su propietaria es la mujer de un importante empresario y coleccionista de arte que aparece muerto durante un robo en su casa.

Y esto es sólo el principio, por lo que la novela no puede ser más adictiva. Lo que parecía un momento de mala suerte se convierte en la peor de sus pesadillas cuando intuye que ambos ladrones son la misma persona al devolverle el coche el asesino y salvarla de ser asesinada.

Viktor Sokolov, que así se llama el misterioso ruso, se convierte en la sombra de Julia; él empeñado en que ella es una espía doble de los servicios secretos rusos, ella convencida de que él es el ladrón y asesino que andan buscando. Ambos tendrán que compenetrarse para resolver sus propios misterios y la tarea continúa ofreciéndonos intriga a buen ritmo, los capítulos avanzan y no hay un momento de tregua. Las expoliaciones en El Hermitage, el museo de San Petersburgo, y los robos a colecciones privadas durante la Guerra Fría abren el espacio al arte incrementándose el interés por la lectura.

El personaje de Marinoschka, una adolescente con síndrome de Down, será el detonante para que la vida de Julia de un giro de ciento ochenta grados. Su periodo de desintoxicación coincide con los que de nuevo la convierten en una heroína anónima. Cada una dará a la otra lo que necesita para integrarse en un mundo que parece no haber pensado en ellas. Ambas historias personales se complementan con el resto de la acción.

Los personajes resultan agradables al no pretender ser perfectos, sino todo lo contrario; almas que no encuentran su lugar y a los que la muerte no es una cuestión que les preocupe, antes están destinados a llevarse por delante a quienes se les ocurra querer detenerlos en su investigación.

Un rocambolesco final para una novela que se desarrolla por las calles de Bilbao, Palermo y San Petersburgo, manteniendo en vilo al lector que intenta por todos los medios descubrir el desenlace antes que los protagonistas.

Porlomenix