ordeno y mando

Opinión:

Cuenta Amélie Nothomb (Japón, 1967) que escribe cuatro novelas al año, de las que sólo selecciona una para publicar. Lástima que se guarde las otras tres, porque seguro que son tan interesantes como las que ven la luz, con esa acidez y ese humor negro característico, con esa ironía y ese ritmo endiablado, con ese discurso políticamente incorrectísimo y provocador, que sin embargo gana al lector con su desternillante humor y su ternura.

La escritora belga de ascendencia japonesa suele escribir en general dos tipos de novelas: por un lado, su biografía ficcionada por etapas (sus magistrales “Estupor y temblores”, “Metafísica de los tubos” o “Ni de Eva ni de Adán” entrarían en esta categoría) y por otra una especie de fábulas modernas en las que personajes solitarios y contradictorios viven situaciones insólitas y a menudo surrealistas. Se trata de textos que podrían englobarse de alguna manera en la novela negra, pero muy “sui generis”.

“Ordeno y mando” pertenece al segundo grupo (como “Cosmética del enemigo” o “Atentado”) y en esta ocasión nos presenta una novela de falso suspense, con esos personajes extravagantes, esas chocantes situaciones y esos delirantes diálogos que te provocan la carcajada. Se nota que Amélie se lo pasa tan bien creando a sus peculiares personajes como nosotros leyéndola, que ama a sus criaturas por encima incluso de una moral cuanto menos dudosa. Baptiste Bordave es un soso francés con un trabajo que no le gusta y no demasiada vida social, que encuentra en la muerte de un desconocido una segunda oportunidad para ser feliz. Todo a partir de unos hechos absurdos e inexplicables, que impedirán que el protagonista baje la guardia en ningún momento. La intriga por tanto se mantendrá hasta el final, aunque como adelantamos más arriba, esto no es exactamente una novela de misterio.

Con gran abundancia de diálogos (deliciosos) y con un tono aparentemente frívolo que sin embargo no carece de profundidad en su fondo, Amélie nos regala otra divertidísima novela que no puedes dejar de leer hasta el final. Con el paso de los años, parece que a la escritora se le va ablandando el corazón y nos presenta argumentos cada vez más luminosos. No es que se haya vuelto ñoña precisamente, pero elementos como el amor cada vez cobran mayor importancia en unas historias que siguen manteniendo eso sí, esos pintorescos personajes a los que acabamos amando.

Como siempre, la única queja es su corta extensión. Cuando ya estamos totalmente familiarizados con los protagonistas, la historia termina. Seguimos esperando el tocho de Amélie. A ver si se anima de una vez. 
  
Jorge Borondo