Mi hermano Antón

Opinión:

Desde sus comienzos, Reino de Cordelia se ha mantenido en la vocación de crear libros únicos, memorables, en los que cada detalle de la edición es un gozo. No podía ser menos cuando la editorial tiene el privilegio de trabajar un texto de uno de nuestros clásicos vivos, Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942), narrador infatigable, académico de la Real Academia de la Lengua y, para alegría de quienes tanto le admiramos, reciente Premio Cervantes.

"Mi hermano Antón" es una obra profundamente personal que desborda nostalgia, ternura y admiración hacia su hermano mayor, artista de trayectoria de quien se ofrecen ilustraciones bellísimas en la edición. Es un libro de memoria familiar, en sentido estricto, pero el talento de Luis Mateo Díez hace que lo local y personal vuele alto desde el primer capítulo, hacia la verdadera literatura. Los textos poseen un lirismo maravilloso, cosido con ternura e imaginación, escrito en una prosa sublime, hacia la que no nos pueden faltar elogios.   

Todo es matices y sutilezas en esta infancia del autor y su hermano en un valle leonés, espacio cargado de ecos y resonancias donde su hermano mayor, emerge como un personaje irrepetible. Un artista capaz de transformar cartones en ciudades, cuerdas y papel en un escenario de teatro. El hermano guía, el hermano inspirador, el hermano de todas las respuestas a las grandes preguntas.

El reflejo de las incursiones domésticas en disciplinas como el teatro, la literatura y la pintura muestran una casa en la que el arte siempre tuvo un papel preponderante. A través de estas experiencias, el autor explora los valores de la curiosidad y la fantasía como recursos esenciales para enfrentarse a las dificultades y desafíos de la existencia.

El libro no es solo un homenaje a Antón, sino también un delicado retrato de la relación entre hermanos. Constituye un sentido homenaje al amor fraternal que conmueve. La mirada del adulto, del anciano que es hoy Luis Mateo Díez, comprende por fin todo lo que ocurrió, y la repercusión que cada recuerdo feliz tuvo en el que después sería novelista. También hubo tiempo para las travesuras, los juegos y enredos. Hubo tiempo para todo en aquellos años mágicos.

«La arena permanece desde ese primigenio descubrimiento como un elemento en la composición material del mundo de Antón…», comienza uno de los capítulos, evidenciando que estamos ante una literatura de alto octanaje. He creído ver ciertas conexiones con otro libro suyo que me pareció magnífico, Las palabras de la vida, que publicara en 2000 en Temas de hoy.

La gran protagonista del libro es la imaginación, y cómo puede transformarnos y ofrecernos vida. Hay pasajes excelentes en los que el lector se ve transportado por esa fantasía creadora que convierte cada hecho sencillo en un gran descubrimiento. La habilidad narrativa de Luis Mateo Díez se manifiesta mejor que nunca en esta lección de cómo pasar de lo personal a lo universal, de lo local a lo global. Libro que es un canto de amor al hermano, pero también a ese arte inconmensurable que nos hace mejores.

Rafael Ruiz Pleguezuelos