Medianoche en Damasco

Opinión:

La primavera árabe propició la caída de los gobiernos en Túnez y Egipto y que en muchos países árabes los ciudadanos reclamaran a sus gobernantes derechos negados durante décadas.

Ese espíritu de cambio llegó a Siria. El pueblo se echó a las calles, hastiado de que su presidente no cumpliera las promesas que hizo al asumir el cargo y buscando, de forma pacífica, conseguir la tan ansiada libertad y mejorar su dura calidad de vida.

"Medianoche en Damasco" de Maha Akhtar relata la gestación del ejército de liberación sirio. Es Mika al-Hussein,  un antiguo general del ejército sirio, quien arriesgará su vida  para conseguir ayuda internacional y evitar que Al-Qaeda entre en el combate ya que, como ya pasó en Irak, la guerra se convertirá en un conflicto entre suníes y chiíes.

Mika juega a dos bandas: por un lado, intenta conseguir ayuda de Estados Unidos o Europa con la ayuda de un periodista de The Guardian y antiguos contactos en la CIA y por otro de Arabia Saudí o Qatar. El tiempo corre en su contra y necesita armas para entrenar a su pueblo.

Todo el peso de la trama recae en un solo protagonista: Mika. Es un hombre capaz de salir prácticamente indemne de persecuciones, bombardeos y de entrar y salir de Siria a su antojo porque conoce el país como la palma de su mano y es capaz de prever los movimientos tanto de la inteligencia siria como de sus colaboradores. 

La novela es trepidante de principio a fin. Hay persecuciones, espías, bombardeos, traiciones, reencuentros con viejos amores, corrupción, cuentas en paraísos fiscales… Pero también hay una gran denuncia social como trasfondo. No sólo contra el gobierno sirio, que acalla las protestas a bombazos, sino también contra los oscuros tejemanejes ocultos tras la mal llamada ayuda internacional y el contrabando de armas que enriquece a unos pocos y causa la muerte de miles de personas.

Un gran thriller para conocer el origen de un conflicto que 6 años después sigue forzando a miles de personas a jugarse la vida en alta mar para huir de las bombas.

Ana G. Aranda