Mar de fondo

Opinión:

M. Zeta

"Mar de fondo" es una novela negra de Patricia Highsmith. No es tan conocida como "Extraños en un tren" o los libros dedicados Mr. Ripley, pero es una obra que no defrauda.

La primera impresión de la lectura es su sencillez y la sensación de que no pasa nada. La historia empieza relatando el día a día de un matrimonio con una hija pequeña, en el que Vic es el padre, vecino, jefe y amigo perfecto. Su mujer, más frívola y alocada, solo piensa en ella misma. Los amigos de Vic creen que es demasiado comprensivo y debería pararle los pies a su mujer. En el fondo, a él también le irrita ese comportamiento pero, por distintas razones que iremos valorando, opta por controlar su ira y manifestarse siempre de forma correcta.

Lo que parece aburrido, poco a poco, empieza a cambiar. Sigue el ritmo pausado y sosegado, pero la psicología y actitud de los protagonistas resulta más escalofriante. Como lectores empezamos a percibir cierta polaridad, notamos simpatía por unos personajes y rechazo por otros. Están los que nos caen bien y los que nos caen mal, pero lo incómodo, lo inquietante es cuando nos damos cuenta de que esas inclinaciones no coinciden con lo correcto. En las últimas páginas la historia se precipita y se acelera, consiguiendo aumentar la tensión y las ganas de terminar el libro.

Patricia Highsmith es una maestra en agitarnos psicológicamente. Y este libro es otra muestra. Es una experta zarandeando al lector y jugando con él. Tiene la gracia de hacerlo con mucha sutileza, casi con amabilidad, pero lo que está claro, es que sus relatos tranquila no te dejan.

Me parece una novela ideal para leerla en un club de lectura, porque imagino el magnífico debate que provocaría. Se trataría el tema del comportamiento humano; sus contradicciones, sus pasiones más oscuras y las ambiciones más profundas. También se hablaría de la importancia de las relaciones sociales, de lo que es correcto en una sociedad con unos valores muy arraigados, de las apariencias y de cómo influyen las opiniones de los demás… Nuestra esencia como lectores no quedaría de lado en el debate y, por último, la capacidad de la autora para llevarnos por donde quiere, además de su arte en retratar la psicología de un psicópata.

Un libro perturbador que vale mucho la pena.

M. Zeta

Daniel González Irala

Novela de suspense que mantiene la tensión hasta el final no tanto por intentar saber quién es el asesino, sino por cómo acaba o acabaría cualquiera de nosotros en la mente de un criminal que no tiene nada de particular y que no es, como en el caso de Ripley, un psicópata al uso, sino un impresor de una editorial minoritaria casado con una pelandusca que no hace más que ponerle los cuernos, argumento que no sabemos si justifica el crimen (aquello de "la maté porque era mía" está pasado de moda), pero que sí hace humanizar al personaje, convertirlo en más próximo al lector.

Si en otras ocasiones el mal se enfocaba claramente en un antagonista, aquí el mal es toda una atmósfera que lleva a un odio convencional y caprichoso, a veces entre una pareja que no se desea y por culpa del alcohol y la introversión no se dan tregua en una incomunicación brutal; en cierto modo, todo recuerda a la película "La guerra de los Rose" y el egoísmo de los personajes, en uno más acomodaticio, en ella rebelde y extravertido, nos hace cómplices de la parte más oscura (y no por ello, real) del ser humano.

Pudiendo ser considerada una obra menor en tanto que poco conocida, la novela tiene esa descripción típica de pensamientos que afloran en situaciones límite, resaltando la macabra personalidad de los personajes hasta tal punto que parece que su autora no podía haber sido otra. Entre cuadros tópicos en que la pareja, muy abierta socialmente, se mueve, existen momentos con tanta carga existencial que no sólo hacen referencia al Dostoievski de "Los demonios" que encabeza la narración, sino a algo quizás más exagerado y gráfico, no en balde la autora trabajó como guionista de cómics, lo que hace que una desproporcionada cantidad de imágenes típicas y no tanto te vengan a la cabeza; pienso en cualquier caso que, aun a riesgo de caer en la literatura, debería existir una mayor selección respecto a este cúmulo de imágenes que hacen que la gran cantidad de personajes que por ella discurren, queden algunos poco finamente caracterizados y diluidos como manchas de color sobre un cuadro del que ellos también forman parte.

Daniel González Irala