Los últimos días de Immanuel Kant

Opinión:

Lo fascinante de esta obra de Thomas de Quincey es la sabia combinación entre admiración por el filósofo con una aguda interpretación de su decadencia física e intelectual en las fechas próximas a su muerte.

Su pensamiento, su formidable capacidad de razonamiento, su fina percepción de la realidad, delegan su protagonismo en los rasgos supervivientes de un fuerte carácter, domesticado por una naturaleza que impone su ley sobre un cuerpo humano castigado por el paso del tiempo.

No era tarea fácil buscar el rescoldo del genio en los pliegues de la vejez, la sordera y las dificultades de visión, de un individuo vocacionalmente entregado a los placeres de la razón, que supo compatibilizar con esa buena vida desparramada sobre un mantel de una comida entre amigos, o el placer de los pequeños excesos, como un buen vino o un simple café, elevados a la categoría de ley suprema cotidiana.

Nos adentramos gracias a de Quincey en la intimidad del filósofo, en su fértil mundo intelectual acosado por la inevitabilidad física de la decadencia, que va poco a poco achicando los tiempos del goce, de la compañía, de la lectura, la escritura y el razonamiento, hasta un final que por anunciado no deja de emocionar por su radical humanidad pese a magnitud histórica.

La pérdida de la memoria, la creciente inmovilidad, la fragilidad, la vulnerabilidad, se conjuran para minar la dignidad del héroe de la razón, que sin embargo sortea con la suficiente bravura y carácter para mantener hasta el final el decoro que merece una persona cuya influencia ha sido y es universal.

El autor nunca nos deja caer en la tentación de creer que estamos ante una historia fabulada, gracias a un uso inteligente de las fuentes, que hace de la narración mucho más que una crónica.

Con constantes guiños a los recovecos del personaje, como las referencias a viajes de alguien tan poco viajero, siempre embarcado en la novedad del mundo, en el conocimiento de los últimos avances, en la poderosa convicción de poder tomar partido en cada innovación o debate, tan metódico que se decía que la gente ponía el reloj en hora a su paso por las calles de su ciudad.

Es difícil imaginar hoy en tiempos tan especializados en el conocimiento, la verdadera naturaleza y dimensión de esos intelectuales nutridos por la curiosidad de campos radicalmente diversos, que sin embargo cobran una lógica de conjunto en su manera de interpretar el mundo.

Una obra para entender mejor a unos de los filósofos más importantes de la Historia, acercándose a sus últimos días de vida, gracias a una narración tan pulcra y cuidada como inteligente, que nos permite asomarnos al final de una vida tan intelectualmente agitada y fértil, sin desmerecimiento del protagonista por algo tan inevitable como la ruina física que una larga vida impone.

Jorge Riet