Los fantasmas de Edimburgo
Título: Los fantasmas de Edimburgo
Título Original: (Los fantasmas de Edimburgo, 2008)
Autor: Eloy M. Cebrián
Editorial:
El Tercer Nombre
Copyright:
© Eloy M. Cebrián, 2008
© El Tercer Nombre, 2008
Edición: 1ª Edición, Abril 2008ISBN: 9788496693364
Tapa: Blanda
Etiquetas: humor literatura española
Nº de páginas: 477
Argumento:
Luis Miguel Ortiz es un prometedor profesor universitario de
literatura norteamericana. Aunque su relación con los alumnos no es
nada del otro mundo, lo cierto es que tiene posibilidades de
ascenso laboral. Pero todo se viene al traste cuando un perro entra
en su clase y vomita una rata. Este episodio tan aparentemente
absurdo supone un descenso a los infiernos para Luis Miguel Ortiz.
Nada sabe él en ese momento de que en Edimburgo un extraño tipo
llamado Ben el Ladillas le tiene preparado un plan especial para
cambiar su existencia.
Luis Miguel Ortiz podría darse por satisfecho con su vida: está
casado, tiene un hijo, la relación con su hermana es buena y puede
presumir de carrera docente. Pero nada parece satisfacerle, sobre
todo después de la surrealista visita del perro a su clase. Ése
será precisamente el punto de partida para que el narrador -el
propio Ortiz- nos cuente la historia de su pasado: su adolescencia,
su infancia, su relación con el Opus Dei, su coqueteo con la
política y sus desastres sexuales que, dicho sea de paso, no tienen
desperdicio.
Luis Miguel Ortiz -alter ego del autor- os da la bienvenida a una
vida llena de episodios catastróficos que no podían acabar de otro
modo que en un encuentro imprevisto con el excéntrico Ben el
Ladillas, un tipo que tiene un concepto diferente de vivir la
vida.
Opinión:
Voy a hacer un ejercicio de autocomplacencia. Cuando leí "El fotógrafo que hacía belenes"
(Zócalo Editorial), lo avisé: ojo con este autor, tiene mucho que
decir. Y no hay mayor satisfacción para un lector (llámenlo
crítico, si lo desean) que prever que un autor se acabará
imponiendo y demostrará al público su potencial. Dicho de otro
modo, es reconfortante cuando uno apuesta por alguien y éste no le
falla. Esa es precisamente la sensación que me queda después de
haber leído la última novela de Eloy M. Cebrián,
"Los fantasmas de Edimburgo" (El
tercer nombre).
No me extrañó nada cuando el autor me comentaba que su novela iba
quedando en buena posición en premios de primera línea de nuestro
país. Fue finalista en 2007 del Premio Herralde de Novela
(Anagrama) y del Fernando Lara (Planeta). Tampoco me extraña, mal
que me pese, que ninguna de estas editoriales confiara lo
suficiente en "Los fantasmas de
Edimburgo" como para editarla. Sinceramente, ellos se
lo han perdido.
En esta novela, Eloy M. Cebrián eleva a la máxima
potencia su fina ironía, su capacidad narrativa para, en pocas
páginas, mostrarnos la más cruda realidad y a la vez sacarnos una
carcajada. Porque, créanme, habrá episodios en
"Los fantasmas de Edimburgo" en que
no podrán parar de reírse y otros en que se solidarizarán con el
protagonista por su mala suerte. Pero si en un momento determinado
de la novela, sienten compasión de Luis Miguel Ortiz, poco más
adelante quizá noten un odio visceral por él. Así es Eloy M.
Cebrián, un autor imprevisible, que juega con el lector hasta el
punto de hacerle aflorar los sentimientos más contradictorios hacia
un mismo personaje.
Eloy M.
Cebrián es bueno, es muy bueno. No hace falta ser un genio
para saber que este autor tiene que acabar siendo un nombre de
primera línea literaria. Eloy M. Cebrián no tiene nada que envidiar
a otros autores quizá más conocidos. Podríamos decir que es un
firme descendiente del realismo sucio norteamericano, heredero de
escritores como Bukowski o John Fante. ¿Sabría eso el profesor de
literatura norteamericana Luis Miguel Ortiz?
Ante tan prometedora carrera literaria, resulta extraño que las
editoriales importantes (Anagrama y Planeta, sin ir más lejos) no
le presten más apoyo. A uno no le cuesta imaginar que el problema
de peso no es su demostrada capacidad narrativa, sino que, como ya
saben, un nombre poco conocido requiere una campaña de
marketing mayor (en consecuencia, más gasto para la
editorial). Claro que el éxito, como ya ha quedado demostrado a lo
largo de la historia, es relativo. ¿Acaso no es un éxito que haya
un sólo lector en España que espere ansioso leer la última novela
de un autor? Desde luego que lo es. Mientras haya un lector que
crea que una novela ha valido cada uno de los euros que ha pagado,
esa obra ha sido un éxito. Lo demás es puro marketing. Al
leer "Los fantasmas de
Edimburgo" he sentido que cada minuto que he pasado
enganchado al libro, que cada página que pasaba, que cada vez que
sujetaba en mis manos el volumen y que cada vez que me fascinaba
por la capacidad del autor de mezclar el humor más ácido con la más
cruda realidad, mi tiempo había valido la pena. Yo, por lo tanto,
sigo apostando por Eloy M. Cebrián.
Decía Francisco Candel, un escritor que a
base de empeño acabó consiguiendo su objetivo de publicar en
grandes editoriales: "seguiré escribiendo, escribiendo,
presentándome a concursos, siempre a los concursos, hasta que me
caiga de viejo, o me muera, o yo que sé". Se tratará pues de
eso, de seguir escribiendo, de sentirse vivo a través de la
escritura y hacer sentir vivos a los demás a través de la lectura.
¿No es acaso éste el fin último de la literatura?
Manel Haro
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Comentario de los lectores:
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