Los días del abandono
Título: Los días del abandono
Título Original: (I giorni dell’abbandono, 2002)
Autor: Elena Ferrante
Editorial:
Lumen
Copyright:
© Edizione e/o, 2002
© Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U., 2018
Traducción: Nieves López BurellEdición: 1ª Edición: Marzo 2018
ISBN: 9788426405272
Tapa: Blanda
Etiquetas: familia amistad superación amor duelo intimista literatura italiana novela sexo abandono matrimonio infidelidades emociones maternidad sentimientos desamor tristeza
Nº de páginas: 224
Argumento:
Olga ve cómo su vida se desmorona cuando su marido le anuncia que la deja después de quince años de matrimonio. Tras descubrir que la cambia por una jovencita y que el engaño no ha sido repentino, Olga iniciará un descenso al infierno emocional en el que pondrá en juego no solo su estabilidad psicológica y social, sino la de quienes conviven con ella: sus dos hijos y su perro.
Opinión:
Aviso para navegantes: leer "Los días del abandono" es realizar un intensísimo viaje emocional a las catacumbas del ser humano. Es embadurnarse en el fango del dolor y revolcarse en el lodo de la desesperación más absoluta. Es, en definitiva, dejarse arrastrar por el cúmulo de emociones que vive Olga, la protagonista de la novela (y que tan bien - TAN BIEN- sabe transmitir Elena Ferrante); contemplar en primera fila su hundimiento mientras uno trata de que toda esa tristeza, esa rabia, ese dolor no te arrastre hasta el fondo; es intentar salir a flote mientras deseas que Olga haga lo propio; sobrevivir y permitirte no salir indemne de este libro.
Y es que leyendo esta novela de Ferrante (publicada ahora por Lumen, anteriormente por Salamandra, que vio la luz en Italia en 2002 y de la que se hizo una versión cinematográfica en 2005) he sentido literalmente que me ahogaba con el dolor de Olga. Creo que la autora sabe manejar tan bien la forma de transmitir todas las emociones de la protagonista que es imposible no solo empatizar con ella, sino dejarse contagiar por ese estado emocional alterado que centra la novela.
Para mí, desde luego, ese viaje emocional personal que he vivido es uno de los puntos fuertes de la obra pero no el único. Olga es un personaje perfectamente construido que logra, como decía, algo más que la empatía del lector (aunque a veces no compartas sus reacciones o, incluso, las condenes); consigue convertirse en símbolo, en modelo, del dolor del abandono; logra representar en palabras la desolación, la tristeza absoluta que supone ver que tu vida se demora ante tus ojos, por causas ajenas a tu voluntad y sin que puedas hacer nada por evitarlo.
Pero más allá de lo emocional (intenso, impactante y muy bien logrado), también hay una dimensión racional en toda la novela. Olga no puede dejar de preguntarse qué ha hecho mal y qué puede hacer para recuperar al marido perdido. Ferrante explora así el universo de las mujeres que (por elección propia o, como es el caso de Olga, por sugerencia -que no imposición- del marido) centran su vida en el hogar y en el cuidado de los hijos. Olga es escritora pero siempre ha supeditado su labor a sus tares domésticas y ha trabajado en casa; esa es la razón por la que, tras la ruptura, siente que no tiene asideros a los que agarrarse, que no tiene un círculo propio que la acompañe y la sostenga y que todos los amigos a los que puede acudir lo son, en realidad, de su marido.
Emprende, así, una caída en picado, en soledad, hacia el centro mismo del dolor más absoluto. En su desplome, arrastrará no solo su propia dignidad o su estabilidad emocional, sino también la de sus hijos y el perro de la familia. Solo encontrará un cierto apoyo intermitente en una amiga de Mario que sirve, también, como correa transmisora de mensajes en ambos sentidos; y en un vecino músico que siempre ha mostrado cierto interés por ella y desdén por su marido.
Elena Ferrante indaga en el abandono externo (el que provoca Mario, que se va con una más joven) pero también en el abandono personal de una Olga que se olvida de hacer la comida, de recoger a los niños del colegio, de comer, de lavarse… de vivir. Y en qué se necesita para salir de ese estado de letargo, de ensimismamiento, de distracción absoluta, de falta de concentración, de no ser dueño de uno mismo, ni de sus pensamientos ni de sus actos.
Y lo peor es que Olga no se reconoce a sí misma. Ni en lo que hace, ni en lo que piensa, ni en lo que deja de hacer o de decir o de pensar. La transformación del abandono es, pues total: externa e interna, emocional y psicológica, física y social.
Ferrante explora como nadie esta caída libre y nos hace partícipes de ella con una prosa que rebosa conocimiento de la lengua y del trabajo narrativo. Un claro ejemplo es cómo Olga, una mujer bien educada, siempre comedida y en su sitio, de repente se deja arrastrar por la vorágine de las palabras malsonantes y el placer (o el desahogo) que provoca decirlas cuando la ira te revienta por dentro. Como siempre, la autora aborda en sus novelas la reflexión sobre el uso de la lengua en el contexto cotidiano y, como en el caso de su tetralogía napolitana, la diferencia respecto al uso literario y formal del mismo idioma.
En definitiva, una novela que hay que leer con el alma preparada para sufrir, por la que hay que dejarse arrastrar y que, a la manera más aristotélica posible, supone una catarsis para el lector: después de leerla ya sé qué se siente cuando una debe sobreponerse a los días del abandono.
Lidia Casado
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Comentario de los lectores:
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