Lo que mueve el mundo

Opinión:

La segunda novela de Kirmen Uribe (Premio Nacional de Narrativa 2009 y Premio Nacional de la Crítica 2008 con la primera de ellas, "Bilbao-New York-Bilbao") mantiene algunas de las características más innovadoras y atractivas de aquella, como la reflexión sobre el quehacer literario y el intento de mostrar cómo se construye una novela al tiempo que va narrando la historia que quiere contar. En este caso, el escritor vasco se convierte en uno de los personajes de la novela para hablarnos del proceso de documentación de cualquier obra literaria. A través del hallazgo de documentos (algunos de ellos transcritos en la novela) y de las entrevistas que a Uribe le van sirviendo para conocer la vida del escritor belga Robert Mussche, el autor va tranzando las dos tramas que sustentan esta obra: la de la búsqueda de información sobre Mussche y la de la reconstrucción de parte de su vida, aunando documentos e información histórica con proyecciones imaginarias de lo que podría haber ocurrido durante los periodos menos conocidos o más privados de la vida del escritor.

Estas dos líneas argumentales permiten al autor reflexionar sobre cuestiones como la amistad masculina (la relación que mantienen Robert y Herman es uno de los pilares narrativos de la novela y muestra a la perfección los altibajos que este tipo de relación experimenta a lo largo de nuestras vidas), la guerra, la defensa de los propios ideales, de la acción frente a la injusticia, el valor de la entrega, el proceso de escritura de una obra literaria, el poder de la memoria o el amor y el cariño como motor de cualquier vida.

Uribe dibuja los contornos de este escritor para hablarnos de la integridad de quienes actúan como piensan, de aquellos que ponen en práctica sus ideas y defienden con uñas y dientes aquello en lo que creen, aunque en ello les vaya el futuro. Este tipo de heroísmo silencioso, que no levanta tantas alharacas como el de los nombres que reciben medallas y reconocimientos, queda como fondo de la novela, moviendo al lector a reflexionar sobre el valor que atribuimos a las demás y la falta de aprecio a gestos en ocasiones cotidianos pero que mantienen engrasado el engranaje del mundo.

La metáfora sobre los mecanismos que hacen girar al mundo sirve a Uribe para mostrar no solo las diferentes personalidades de Robert y Herman sino también para encarnar en la figura del primero la idea de que es el amor, la solidaridad, la defensa de unos ideales o el cariño lo que consiguen que la tierra siga rodando.

¿Y por qué elegir a Robert Mussche, un escritor no excesivamente conocido y reconocido, para protagonizar esta novela? Porque su familia acogió a una niña vasca durante la Guerra Civil española y la convivencia con ella marcó el futuro del escritor. Uribe ha querido sacar a la luz la trayectoria del autor belga al tiempo que habla sobre el exilio. La diferencia entre lo que Karmentxu, la niña acogida por la familia Mussche, dejó atrás y lo que ve en Bélgica, la distancia cultural, el desarrollo y la dispar forma de vida también contribuyen a la reflexión sobre el atraso español y el poco valor que a las manifestaciones culturales hemos dado, tradicionalmente, en España, comparado con el que se le atribuye en otros países europeos.

Con su prosa limpia, trabajada y con toques poéticos llenos de belleza, el escritor vasco nos propone una historia real que invita a reflexionar sobre la esencia del ser humano, sobre lo que nos permite levantarnos cada día y sobre el legado que dejaremos a nuestros hijos.

Lidia Casado