lo que me queda por vivir

Opinión:

Dice la autora de la novela que no fue escrita linealmente, que los últimos capítulos fueron los primeros en crearse y que los recuerdos de la protagonista fluyeron desde ese futuro sereno del final como germen del libro. Pero no sabríamos de ese detalle si Elvira Lindo no lo hubiera contado ya que los pasajes narrados encuentran el engranaje perfecto. Acertada en la coherencia de estructura si consideramos que se trata de retazos de vida sin disposición cronológica, sin orden pero con mucho concierto.
 
Tardaremos 117 páginas en saber cómo se llama la narradora de su historia pero bastará nombrarla esa única vez para que aprendamos su nombre.

"Lo que me queda por vivir" es la historia de Antonia, una mujer joven con sellos de identidad inequívocos que teme al olvido del recuerdo exacto ubicada en el Madrid de los 80 fundamentalmente, o en escenarios rurales de su infancia o escribiendo desde New York ya en el siglo XXI. Cualquiera que sea el escenario tendrá una ambientación meticulosa, exacta y viva y en ellos serán protagonistas las fisuras de su corazón con experiencias y secuencias muy personales.
 
Encuentro como logro principal de este libro que genera la catarsis de sentimientos y sensaciones de la protagonista de manera amable y real. La autora consigue contar, con aparente sencillez y humildad, la profundidad del duelo del monólogo interior y las etapas más significativas del corazón de Antonia.
 
Por momentos leemos un diario de los de candado, de los de lectura exclusiva para la que lo escribe. De ahí la valentía de Elvira con este libro que ha querido clasificarse como autobiográfico y que no lo es. A mí me apasiona el juego creado por la escritora con esa montaña de sentimientos y vivencias que serán unas veces reales y suyos y otras ficción porque ¿qué mejor materia para contar, para crear ficción de verdad, que conocer de lo que se habla?.
 
Y el lector también pensará en algún momento que están hablando de él, no sólo por escenarios, no por género, sobretodo porque Antonia habla de desamor en soledad, de sufrimiento y de reconocimiento de instantes felices, de los lazos familiares y de amistad que nos fortalecen en sociedad. Porque habla de muerte no resuelta, de vida filtreando con el riesgo máximo, de amor inmenso, de gente buena, de inocencia, de aprendizaje, de traiciones y, mucho más, de protección mutua entre madre e hijo, no una protección unívoca convencionalmente contada. Gabi, su hijo, primero con 4 años es una tabla donde flotar y en su adolescencia el faro donde seguir mirando. Una relación única que orientará y matizará las exageradas responsabilidades que se crea la protagonista juzgándose duramente, desnortada por un amor dañino, por un futuro disperso que ella busca si es presente inmediato y con la impresión de que pocas veces supo perseguir lo que quería convencida de tener "lo deseado".
 
Sí, todo eso es está contenido en "Lo que me queda por vivir"el último trabajo publicado de Elvira Lindo, un libro emotivo en el que, en contra de lo que dice Antonia, las sensaciones no pierden su valor en cuanto se convierten en palabras porque son absolutamente creíbles y porque lo dice la novela: "no quiero adornarme con una sensibilidad retrospectiva, sólo recuerdo lo que es cierto". 
 
Fermina Daza