Leer para contarlo

Opinión:

Si una autobiografía cuenta los hechos principales de la vida de quien la escribe, quizá la autobiografía de un bibliófilo se centre en los libros que ha comprado a lo largo de los años, en los lugares donde los compró, en los vendedores que le proporcionaron la felicidad de conseguir esos ejemplares y en los títulos y autores que, con el paso del tiempo, han ido configurando su rica biblioteca personal. Y, claro está, se centrará también en las mil y una anécdotas que esos libros, esos lugares, esos vendedores y bibliófilos amigos o no tan amigos han ido protagonizando durante el camino.

Y eso, justamente, es "Leer para contarlo": una pormenorizada crónica de las compras que José Luis Melero ha realizado (o ha visto realizar) a lo largo de toda una vida como bibliófilo. De hecho, creo que el título sería más acertado si rezase "Comprar para contarlo", puesto que no es demasiado lo que se cuenta de los libros leídos y mucho de los que se han ido adquiriendo, a través de diferentes vías, en las décadas reflejadas en la obra. Es decir, que el autor opta por hacer listado de obras y autores en lugar de hablar de sus lecturas de los volúmenes adquiridos, que se acercaría más a lo que el título me hizo pensar que encontraría en este libro.

Solo el índice ya nos da una idea de la variedad de lugares en los que el autor ha ido realizando sus adquisiciones: librerías, librerías de viejo, el rastro, compras de bibliotecas particulares… El recorrido es exhaustivo y tiene un claro acento aragonés: a lo largo de la obra, Melero va desgranando calles, personas y librerías de Zaragoza e, incluso, por contraste, dedica un extenso capítulo a las "librerías de viejo españolas" que ha visitado.

Lo mejor de esta obra es, sin duda, el amor a los libros que destila y, sobre todo, las jugosas anécdotas de todo tipo que cuenta sobre autores, lectores, libreros, compradores y vendedores de libros de toda índole. Son estas anécdotas las que dan color a "Leer para contarlo" y las que más atraerán al lector medio, al que no conozca ni todas las librerías, ni a los libreros, ni las obras y personajes citados. Y a los que vivan fuera de Zaragoza.

Lo peor es que el resultado final se asemeja un tanto a un listín telefónico: un listado de librerías de confianza, un listado de amigos bibliófilos, un listado de obras adquiridas, un listado de autores y ediciones. Es tal la riqueza de la vivencias de Melero y tan celoso su afán por recogerlo todo que es cierto que a veces el lector puede resultar un poco apabullado por páginas enteras llenas de títulos y autores.

Contribuyen a aligerar tales listados la inserción de fotos antiguas, portadas, facsímiles y todo tipo de documentos en blanco y negro que refuerzan la idea de amor por los libros y que despertarán la curiosidad del lector.

El estilo cuidado, elevado, culto, con abundancia de palabras poco frecuentes, y la constante referencia a amigos dan idea, también, de una obra personalísima que, creo, retrata muy bien a su autor. Un autor que, al comienzo, lanza la que puede ser una de las reflexiones de fondo más importantes de la obra: cómo han cambiado las cosas, también en lo que adquisición de libros se refiere. Cómo internet y las nuevas tecnologías han transformado nuestra manera de comprar libros y todo lo que lleva aparejado (relación con otros bibliófilos, conversaciones sobre libros, regateos, gangas e, incluso, viajes). Y cómo también los nuevos dispositivos han modificado nuestra percepción sobre el libro como objeto y hasta nuestra manera de leer.

Lidia Casado