Las maldiciones

Opinión:

"Las maldiciones" de Claudia Piñeiro comienza con Román y su hijo Joaquín subiendo a un autobús que los llevará lejos de Buenos Aires.

Intercalando presente y futuro, la autora nos cuenta las razones que han llevado a Román Sabaté a huir de Fernando Rovira, el político para el que lleva años trabajando como secretario personal.

China es la otra gran protagonista de esta historia. Una joven periodista que está preparando un libro sobre Rovira. Una novela con la que quiere demostrar que el empeño del político en dividir Buenos Aires en dos provincias diferentes no tiene otro fin que evitar una antigua maldición por la que ningún gobernador de Buenos Aires ha conseguido ser presidente del país.

Esta historia está narrada con muy pocos diálogos, pero de una manera muy dinámica que hace que según pases las páginas quieras saber más de Román y cómo llegó a tener un puesto de relevancia dentro del partido sin saber nada de política.

La autora comenta el panorama político actual sin ningún tipo de cortapisas. Describe las artimañas de los políticos tanto para ganar votantes a cualquier precio como para ganar dinero de la corrupción y hacer cargar a otros con las culpas cuando el escándalo sale a la luz. Siempre hay un cabeza de turco que pague el pato.

A través del libro que prepara China, la autora también nos habla, a través del libro que prepara China de las distintas maldiciones que se han lanzado a lo largo de la historia contra políticos de varios países: Estados Unidos, India, Venezuela, México… Son historias que me han resultado muy curiosas y no conocía.

Una crítica feroz a la corrupción y a la falsedad política. Los votantes únicamente importan para conseguir un puesto de poder. Una vez logrado el objetivo da igual que mueran de hambre siempre y cuando los líderes del partido vencedor puedan llenarse los bolsillos.

Una historia diferente con una gran moraleja: "En aprender cómo se juega al póquer se tarda un minuto, en controlar los aspectos del juego toda una vida." - Mike Sexton.

Ana G. Aranda